Hay una característica
muy propia del buen estudiante: su capacidad de concentración. Lógicamente
variará según la edad, pero es muy diferente que un chico o una chica tenga capacidad
de escuchar y atender; o, por el contrario, que se distraiga y disperse con
enorme facilidad. En esto hay, sin duda, factores fisiológicos y
temperamentales; pero también influyen poderosamente la libertad y la virtud
personales.
Cuando un alumno se encuentra bien escuchando una clase, y aprovechándola,
significa que tiene dominio sobre sí mismo. Esto hace que vaya fraguando una
personalidad más fuerte. El esfuerzo en su estudio personal, en los trabajos
que se le mandan y en la preparación de exámenes, refleja que ese estudiante se
hace responsable de sus propias obligaciones. Este discurso de la virtud y de
la fuerza de voluntad puede no estar de moda, pero es absolutamente nuclear en
la vida de todo estudiante.
Para que un joven esté centrado en sus estudios es necesario
que antes lo esté en su vida afectiva. Un chico o una chica que vive en un
entorno familiar de cariño y amable exigencia, tiene lo fundamental para estar
centrado en la vida. Sin esto, su capacidad de ánimo puede estar seriamente
minada para afrontar sus estudios. Todo joven necesita que alguien crea en él,
o en ella, le anime y le exija de un modo cordial y positivo. El corazón abre
las posibilidades de la inteligencia y estimula a la voluntad.
Por otra parte, las razones del déficit de rendimiento escolar
pueden ser muy variadas; incluso médicas. Los trastornos de aprendizaje más
comunes tienen que ser diagnosticados y tenidos en cuenta por la familia, los
profesores, y por los propios protagonistas que los sufren. Lo que es importante
es hacer ver en esa dificultad una oportunidad de crecimiento personal. Todos
los seres humanos tenemos limitaciones de un tipo o de otro. Saber gestionarlas
es de vital importancia para sobreponernos y madurar.
El esfuerzo en el aprendizaje debe atender a la diversidad
de los alumnos: con una atención tutorial personalizada y con el apoyo de los
orientadores escolares. También debía serlo con una trayectoria escolar más
plural y diferenciado, según las capacidades y aptitudes de los alumnos. El
sistema educativo actual, al menos en España, sigue siendo en mi opinión muy
uniformizador. Un concepto igualitario de la enseñanza lleva metiendo en la
horma del mismo zapato a multitudes de estudiantes. Va siendo hora de un
planteamiento menos ideológico, más libre y plural de la educación. No hay un
solo camino para llegar a la meta; hay muchos, y es importante descubrir cuál
es el mejor para cada alumno y alumna. En este sentido me parece importantísimo
desarrollar una Formación Profesional de prestigio, desde edades más tempranas
a los dieciséis años. Existen referencias suficientes para lograrlo, si hay una
auténtica voluntad de servicio a los alumnos y a sus familias.
Otro aspecto de vital importancia es la capacidad del
profesor por transmitir entusiasmo e interés hacia sus asignaturas. El arte de
la enseñanza donde se conjugan autoridad, conocimiento, orden, pedagogía y
sincera preocupación por los alumnos, es algo que no se improvisa. Requiere
mucho tiempo, esfuerzo y motivación. Por este motivo, el cuidado y promoción de
los profesores es clave para la educación; es decir: para el futuro del país.
Estoy convencido de que un país donde la profesión de docente sea prestigiosa
tiene una capacidad de desarrollo enorme.
José Ignacio Moreno Iturralde
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