Thursday, October 28, 2021

Ver el mundo como un cuento viviente



Ver el mundo como un cuento viviente  es privilegio de los más pequeños,  y solo en los momentos agradables. Tal vez algunas mentes especialmente ingenuas podrían participar también de esa vivencia. Pero...  ¿No podría ser ésta la más verdadera visión de la vida, a la que es difícil llegar? 

Un cuento o una novela tiene sus héroes,  sus victorias,  sus monstruos y sus males. Si es una buena historia,  puede ser disfrutada al leerla o visualizarla desde la comodidad del espectador. Pero resulta que la vida real tiene aún más alicientes: la historia que se fragua es la nuestra personal. Las victorias y los dolores no son de personajes de ficción,  sino los que nosotros experimentamos con euforia o desánimo diariamente. Entonces,  ¿por qué la vida se nos hace con frecuencia monótona, incluso dura? Porque hay algún motivo que nos impide ver su plenitud de sentido. Tal significado en gran parte nos tiene que ser dado por quien ha hecho el mundo, y nuestra actitud más inteligente es descubrirlo a través de lo que nos rodea. Y solo se puede descubrir desde una actitud contemplativa. 

Otro camino hacia la admiración e ilusión por la vida es paradójico: aceptar el dolor y la contrariedad que tengamos que afrontar mientras dure. Es entonces cuando asumimos con integridad el sentido de nuestro vivir. Procuraremos evitar el sufrimiento,  pero a veces no es posible. En ese caso, la adversidad puede ser interpretada como una ocasión de salir del propio cascarón hacia una ayuda más plena a la vida de los demás. El dolor nos puede ayudar a mirar alto, hacia adelante, y también a observar con más esmero y atención a quienes nos rodean. Adquirimos así un mayor sentido de la proporción,  vislumbramos regiones altas, y los pequeños escollos diarios  pueden incluso ser motivo de buen humor. Renace así la alegría como sabia de la vida. Nos situamos entonces en la mejor perspectiva de admiración para entender el mundo y para enseñarlo: la perspectiva de la Cruz. Y si se renuevan los contratiempos,  queda la paz de ese buen sentido encontrado. Vivir esto así puede ayudar mucho a quienes nos rodean.


José Ignacio Moreno Iturralde 

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