Tuesday, October 12, 2021

La Revolución francesa... ¿Progreso o barbarie?

La Revolución francesa es estudiada en institutos, colegios y universidades, como la cuna de nuestra sociedad democrática. Pero, tal y como se hizo… ¿Supuso un progreso o una barbarie? Si quisiéramos escribir la crónica completa de la Revolución francesa, habría que empezar citando a Jules Michelet, gran apologista de los revolucionarios, autor que tuvo celebridad a mediados del siglo XIX. Su sentenciosa expresión “La Révolution est en nous”, manifiesta la opinión de que esta Revolución es la clave para entender la historia anterior y posterior de Francia. De la obra de Michelet surge toda una corriente partidaria de la revolución.

Sin embargo, en torno al bicentenario de 1989, el escritor Louis Pauwels, afirmaba que se ha dado un error de interpretación: “La historia imaginaria de los sucesos de la Francia contemporánea, desde Michelet, fue el catecismo de los hijos de la República”. La tradición pro-revolucionaria no recogió voces de intelectuales destacados del siglo XIX. Uno fue Alexis de Tocqueville, para quien el periodo revolucionario es “un ciclo infernal que va de la anarquía a la tiranía”. También se olvidó la obra de Hippolyte Taine, quien describió la Revolución como “un verdadero rodillo compresor”. Por eso, recuerda Pauwels, que “Taine denuncia la miseria, el desprecio y el castigo que sufrió el pueblo a manos de la administración del poder real, pero también las medidas absurdas de una revolución conducida por una escolástica de pedantes con énfasis de energúmenos”. Siguiendo las ideas de Taine, Guglielmo Ferrero escribió su obra “Las dos revoluciones francesas”, donde plantea la pregunta de si la Revolución logró los resultados apetecidos. Según Ferrero, los frutos del asalto a la Bastilla no fueron un orden nuevo basado en los derechos individuales ni la instauración de una fraternidad universal, sino la guerra civil y la masacre general.

El costo de la Revolución

Al valorar la Revolución, los historiadores dispuestos a quitarle su aureola encuentran un firme punto de apoyo en las matanzas de La Vendée, realizadas por el régimen del terror. “Nunca es tarde para restablecer la verdad”, dice Raymon Secher, autor del libro “Un genocidio franco-francés”, sobre lo acaecido en La Vendée. Por otra parte, el trabajo de Claude Petitfrére y Frederich Bluche escribieron “Septiembre de 1792, la lógica de una masacre” recuerda las ejecuciones realizadas en las cárceles durante los días en los que se proclamó La República.

En cambio, Francois Furet, piensa que la Revolución francesa supone “la llegada de la democracia y su expansión europea: el acontecimiento fundamental de la civilización en que vivimos”. A su juicio, la Revolución significa la madurez de la historia de las naciones. Surgirá entonces la democracia, basada en la Declaración de los Derechos del Hombre, que proclamó la Constituyente francesa de 1789, con notable influencia de la Declaración de la Independencia Norteamericana de 1776. En parecidos términos se expresa el historiador René Sedillot en su obra “Le cout de la Révolution francaise”, donde sin embargo reconoce que “caros han costado la gloria y el prestigio: dos millones de muertos”.

La represión ocultada

¿Es conciliable es espíritu de la Declaración de los Derechos del Hombre con la devastación que produjo el trauma revolucionario? El historiador Pierre Chaunu escribe sobre “ciertos documentos, verdaderamente impresionantes, que hablan de una enorme masacre de católicos en Francia, sobre todo en el oeste y en La Vendée. En esta última, la masacre fue algo tan evidente, tan premeditado y atroz -se dio orden de eliminar a las mujeres para que no pudieran traer hijos al mundo, despedazar a los niños para que de mayores no se convirtieran en bandoleros-, que no comprendo cómo aun hoy se duda en llamar a esto un genocidio… De los 600.000 habitantes de entonces en La Vendée, los muertos se cuentan por centenares de miles”. Prosigue Chaunu hablando de los muertos que produjo la Revolución francesa: “Nos encontramos, a partir de los cálculos que hemos realizado, con dos millones cincuenta mil muertos de una población total de 27 millones de habitantes. Un número increíble que supera las pérdidas sufridas por Francia durante la Primera Guerra Mundial”.

Francois Furet da una interpretación distinta de la matanza de La Vendée. En cierto modo, dice, el terror y la persecución religiosa son imputables a la ideología revolucionaria; pero también fueron, en parte, los efectos perversos -no deseados- de aquellos ideales. Las atrocidades revolucionarias se dieron -por reprobables que resulten- como una especie de accidente, según este autor. Con todo, Furet reconoce que “la represión de La Vendée ha sido sistemáticamente ocultada por la historiografía republicana y se ha infravalorado su importancia”.

Cristianismo y Revolución

El cardenal francés Paul Poupard al referirse a La Vendée afirma: “Niel Pinot, beatificado por Pío XI en 1926, y los noventa y nueve mártires de Angers, mi diócesis de origen, beatificados por Juan Pablo II el 19 de febrero de 1984, pertenecen a ese grupo de 3000 personas -hombres, mujeres, niños, sacerdotes, religiosos y laicos- que fueron condenados por quien odiaba su fe”. Asimismo, George Suffert afirma que “la mayor parte de los dirigentes de la Convención quisieron la liquidación del catolicismo”. También Ferdinand Braudel asegura que “la constitución civil margina por primera vez a los católicos franceses”. También la extensa obra de Jean de Viguerie, titulada “Christianisme et Révolution”, destaca la vehemencia descristianizadora de la Revolución francesa.

Libertad, igualdad, fraternidad… Es difícil conciliar este lema de la Revolución con la realidad recordada por Chaunu: “La persecución religiosa que sufrieron los católicos franceses durante aquellos años no tiene parangón en la historia, si exceptuamos las grandes persecuciones del siglo XX. Para todas ellas, la Revolución francesa ha sido el modelo. La persecución religiosa no solo fue persecución contra los religiosos, sino una revuelta contra el cristianismo, con la explícita intención de descristianizar el país”.

Desmitificar

Louis Pauwels destaca la obra de Auguste Cochin, fallecido en 1916, “que desvela la lista de sociedades de pensamiento dentro de la Revolución Francesa y el establecimiento de un totalitarismo ideológico de tipo contemporáneo”. Furet y Richet acreditan el trabajo de Cochin: Los dos primeros han escrito “La Revolución francesa”, obra en la que polemizan con historiadores marxistas. Furet, que destaca los avances de la Revolución, no duda en criticar sus fracasos. Francois Fejtö deja constancia de que “historiadores de izquierda están reescribiendo la historia de la Revolución. Con ojo crítico, desmitificando, reconociendo, junto con las conquistas positivas, los aspectos negativos y los graves daños ocasionados al pueblo francés”.

Sería interesante estudiar lo publicado sobre la Revolución francesa, tras el recuerdo de su Bicentenario en 1989. Aquella conmemoración puso de manifiesto que la historia pasada, estudiada con sensatez y veracidad, ayuda a entender lo que realmente ocurrió y cómo nos influye en nuestra actual mentalidad occidental. Para poder avanzar en nuestra sociedad democrática, hay que saber distinguir qué hay en sus raíces de progreso y de barbarie.

 

José Ignacio Moreno Iturralde

He retocado este artículo que publiqué hace años en ACEPRENSA.

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