Un libro del
escritor C.S. Lewis lleva por título “Mientras no tengamos rostro”; un lema adecuado
para nuestra actualidad. Personalmente me apena no poder ver con normalidad el
rostro de mis semejantes. La cara es única e irrepetible, y sintetiza mucho más
a la persona que otras partes del organismo monótonamente repetitivas.
Taparse la cara puede ser, además de una protección antiviral, una invitación a pensar qué es lo que quiero que mi rostro exprese. Puede ser esta una temporada para preguntarnos: ¿Por qué me falta alegría interna? ¿Qué persigo en la vida? ¿Hay coherencia entre los valores que afirmo y mis palabras, pensamientos y afectos?
Ponerse una antipática máscara de plástico es una estupenda oportunidad de arrojar fuera las mascaradas de nuestra vida. Conviene ahora enfocar la mirada ante lo que vale la pena, superando los miedos, y divisar un norte de victoria y de felicidad. Entonces reencontraremos la sonrisa serena y la verdad de nuestra vida.
José Ignacio Moreno
Iturralde
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