Es misterioso el sentido de
las galaxias, la configuración de nuestro ADN en el seno materno y tantos otros
enigmas de la realidad. Lewis explica que las leyes del mundo no producen los
hechos, del mismo modo que por sumar 500+ 300 euros no aparecen 800 euros
en nuestro bolsillo, por arte de magia. Los hechos, o las cosas, actúan a
través de las leyes naturales, pero no existen por ellas. Cada cosa del mundo
responde a una voluntad creadora.
Los hombres siempre se han visto fascinados por los misterios. Muchas veces se
ha llamado misterios a lo que simplemente era ignorancia. Pero afirmar que todo
misterio es puro desconocimiento, revela una ignorancia considerable. Los
misterios verdaderamente atractivos no son supersticiones, tonterías o cosas
que sólo aceptamos en películas de ficción. Para que un misterio sea atractivo
tiene que presentar ciertas credenciales de realidad. Nos atraen los misterios
que pueden ser verdad. Nuestra propia vida es verdad y es misteriosa, porque su
raíz y sus frutos escapan a nuestro control.
A un nivel más modesto, no deja de ser misterioso algunos rasgos del
comportamiento humano: cuántas veces nuestros defectos dominantes nos resultan
algo parcialmente misterioso. Si todo lo tuviéramos calculado y dominado, no
habría espacio para la aventura. Si aceptamos que la vida tiene un notable
componente misterioso, avanzaremos por ella con más determinación y ligereza.
El ateísmo es la negación del misterio, por eso suele resultar tan poco
divertido. Sí la vida es un misterio hecho realidad, nos sentimos en un
escenario asombroso y algo mágico. Aunque la rutina de los hechos se preste a
poca magia, nosotros podemos ponérsela a la vida, sacando la liebre blanca de
la alegría desde la chistera negra de la rutina. La aceptación del misterio es
también señal de sensatez.
La lógica humana es misteriosa: desde unos circuitos neuronales se expresan
ideas y sentimientos que establecen relaciones, portadoras de felicidades o
desdichas. La lógica es un fin para la felicidad; y la felicidad tiene buena
parte de misterio. Sí la razón quiere apropiarse del mundo, perdiendo la
reverencia que debe al misterio de la realidad, se pierde a sí misma.
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