Un ser entendido como verdadero puede quererse como bueno: un alimento, una máquina, un plan, una persona. En el caso de la persona la cuestión cambia sustancialmente: no podemos quererla como quien quiere a una cosa porque la persona tiene una dignidad propia que surge de su libertad y racionalidad. Un bien mueve a nuestra voluntad en mayor o menor medida. El bien es el aspecto apetecible o amable de un ser. El bien depende de su veracidad.
JIM
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