Contra lo que algunos pudieran pensar al leer este enunciado, no quiere decir que la Iglesia no tenga defectos, como obra integrada por hombres, sino que tiene asegurada desde sus inicios, hasta el fin de los siglos, su existencia y perennidad. Ningún poder humano, ni diabólico, podrá jamás hacer desaparecer de la faz de la tierra a la Iglesia, pues tiene la promesa divina de Jesús a Pedro:"Tu eres Pedro(roca) y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno(herejías, persecuciones) no podrán derrotarla"(Mt 16,18).
Curiosamente, para cuantos lo ignoren, más de 20 siglos de historia pasada y actual, avalan el cumplimiento de la promesa de su divino fundador. Desde dentro y desde fuera, todas las poderosas fuerzas del mal, se han confabulado para acabar con el enemigo número uno, el estorbo principal de sus ambiciones, la Iglesia y suplantarla por el poder de los reinos, dinastías, imperios, sistemas, doctrinas e influencias perniciosas de todo tipo. Ahí está la Historia universal para constatarlo.
Desde las persecuciones de los emperadores romanos, los bárbaros, los herejes, los cismas, la revolución francesa, los ateos y enciclopedistas, Napoleón, Hitler, Stalin, el marxismo, el comunismo, el socialismo, el capitalismo, las diversas corrientes filosóficas, Mao, Fidel Castro, el modernismo, el secularismo, la masonería etcétera no han logrado aniquilar la obra de Jesús de Nazaret.
Repasando la Historia habrá que concluir que esta innegable realidad, sólo ha sido, es y será posible, por que el dedo y el poder de Dios está con su Iglesia:"Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin de los siglos"(Mt 28,20). Combatir contra esto, es dar coces contra el aguijón.
Miguel Rivilla San Martín
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