Cada vez más y sin que nadie ponga remedio, en los templos católicos, que no en los ortodoxos, se cuelan indumentarias femeninas impropias, adecuadas más bien para la playa o ambientes frívolos. La Iglesia escasa de oración, la casa de Dios, y la casa de los hijos de Dios, por la que Jesucristo siente gran celo. ¿Recordamos el pasaje evangélico de los mercaderes expulsados del templo de Jerusalén? Confianza de hijos, familia del Dulce Prisionero del Sagrario… pero debemosaprender a armonizar confianza y respeto. Los hijos de los reyestratan a su padre con la reverencia que exige la dignidad de su cargo.¡Cuánto más le debemos a Jesús, Rey de Reyes, siempre a nuestradisposición, siempre ansioso de nuestras confidencias, encerrado enuna cárcel de amor... ! Dicen que el hábito no hace al monje, pero ayuda. Y ayuda nuestra forma de presentarnos y movernos dentro del templo: una genuflexión pausada, un arrodillarse en señal de reconocimiento, una vestimenta que no llame la atención, un recogerse en silencio… ¡Cómo benefician los buenos ejemplos aunque sean externos! Ya lo dicen: no sólo hay que ser buenos sino también parecerlo.
Josefa Romo
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