La
nueva ley de eutanasia, que se quiere aprobar en España, pretende fomentar la
autonomía personal de la conciencia de cada enfermo grave que quiera poner fin
a una vida de sufrimiento. Este pretendido nuevo derecho, se quiere basar en la
voluntad libre de las personas. Sin embargo, esta fundamentación es paradójicamente
un ataque frontal a la autonomía y libertad de muchas otras personas. A los que
consideramos esta ley como una norma gravemente negativa se nos obliga a acatarla,
atropellando nuestra propia conciencia. Los que hemos visto morir a nuestros
seres más queridos, cuidándolos hasta su muerte natural; los que creemos en la
incondicionalidad de la medicina respeto a la defensa de la vida humana,
tenemos ahora que negar nuestra propia conciencia para aceptar lo que
consideramos un error: que el Estado, en determinados casos, pueda eliminar a
seres humanos necesitados. Con la eutanasia el anciano ya no tiene porqué ser
considerado el pobrecillo que hay que cuidar siempre, sino que puede pasar a
ser el viejo que tiene ahora a su disposición una salida fácil para él y para
los demás. Con esta “buena muerte” se han cometido graves irregularidades
probadas en países donde se practica de modo habitual, como Holanda.
Históricamente, en la Alemania nazi de 1941, Joseph Goebbels, ministro de
propaganda, promovió la película “Yo acuso” para fomentar una eutanasia presentada
como compasión con los enfermos graves. Una eutanasia que terminó por las
bárbaras prácticas que conocemos. También ahora se nos acusa de intolerantes a
los que consideramos que la vida humana es sagrada y hay que cuidarla sin
condiciones. Si una ley tiene como único fundamento la voluntad de algunas
personas, no puede pretender intolerantemente que muchas otras la obedezcan estando
libre y voluntariamente en contra.
José Ignacio
Moreno Iturralde
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