El
diccionario de la RAE define la esperanza como “el estado de ánimo en el cual
se nos presenta como posible lo que deseamos”. Nos damos cuenta de que tener
esperanza es algo profundamente humano. Por el contrario, ser un hombre sin
esperanza es algo realmente horrible. Sin embargo, algunas veces, nos hacen
falta cosas que se nos presentan como bastante difíciles de conseguir: la salud
de un familiar muy enfermo, una mejora en los estudios o en el trabajo,
adquirir una determinada virtud, o que se arregle una difícil situación
familiar. Desde luego, tener esperanza no es ser un ingenuo; pero es algo sin
lo que no se puede vivir.
Conviene
caer en la cuenta que lo que nosotros estimamos como bueno, no siempre es lo
mejor. Cuántas veces sucede que cuando se cierra una puerta, otra se abre. No controlamos
muchas cosas de la vida. Incluso cuando las cosas han salido mal, no podemos
asegurar que se trata de un mal absoluto. La esperanza es también una virtud
teologal, por la que esperamos que Dios nos dará los bienes que nos ha
prometido. Sin esta esperanza, es imposible entender el sentido de la historia
y el de tantos millones de personas que a lo largo de ella han sufrido
injusticias y asesinatos. El único ser que tiene esperanza es el hombre y esto
se debe a que no es un ser vivo más, a que tiene espíritu. El ser humano es
coexistencia con los demás, y con Dios, porque nadie quiere desaparecer y
volver a la nada. El ser humano tiene esperanza de vida eterna; esto no la
demuestra, pero es una pista a favor de su existencia.
Volvamos a
cosas más a ras de tierra. Es bueno aspirar a tener una situación personal
mejor, sin olvidar ser agradecido por tantas cosas buenas que tenemos. Pero
esperanza supone esperar. Para esto es bueno aceptar la vida que nos ha tocado
vivir cada día, aunque a veces sea costoso. Suele decirse “es lo que hay”. Este
dicho tiene su razón, pero es algo cutre. Lo que nos rodea puede verse con un
sentido providencial. Generalmente nadie
cambiaría su vida por la de otro, sencillamente porque no es la suya. Nuestra
vida nos ha tocado, y nos ha tocado por algo. Este sentido providencial de la
vida es fuente de esperanza. Nadie va a vivir mi vida por mí. Y nadie es más
que nadie en cuanto a su naturaleza: todos los seres humanos tenemos la misma
dignidad. Si procuro mejorar cada día, consiguiendo las metas que me he
propuesto, o no, actualizo la esperanza y esto es bueno. Tener esperanza no es
solo conseguir cosas, sino tener una actitud que me hace superarme ante la vida
y que me hace mejor persona. Puedo tener esperanza en que mi vida, a pesar de
mis fallos, puede ser buena y un faro de luz para los demás. No se trata de ser
muy rico o de tener suerte. Se trata de ser un hombre con esperanza en un mundo
mejor, en un amor bueno, en una causa justa, en que Dios tiene esperanza en mí;
porque así soy más feliz y ayudo a los demás a serlo. Por esto, tener una gran
esperanza es tener la alegría.
José Ignacio Moreno Iturralde
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