El 7 de enero de 1989 un gran amigo mío de 27 años, Pablo Jove Sela, se dirigía en coche a dar una charla de formación cristiana a Segovia. En el trayecto sufrió un accidente y falleció. Se encontró un papel donde llevaba escrito lo siguiente: “Me parece que hemos de gozarnos con ese empeño divino y meditar nuestra situación de meros instrumentos en una obra enorme que nos excede con mucho. Lo nuestro es la fidelidad: no estorbar en ese quehacer divino. Emplear nuestros talentos para ponerlos al servicio de Dios lo mejor que podamos, y no tener miedo a “gastarse” felicísimamente en esta labor, hasta desaparecer nosotros”.
(Las palabras en cursiva estaban subrayadas en el papel original).
José Ignacio Moreno Iturralde