Con ley o sin ella, la retirada de símbolos religiosos de lugares públicos, pone a las claras una flagrante violación del artículo 18 de los Derechos Humanos, que considera el derecho pleno a la libertad religiosa. Una buena noticia saltó recientemente a la Prensa: por motivos artísticos, de cultura y de respeto a los símbolos religiosos, don Alberto Belloch, Alcalde de Zaragoza, defendió el crucifijo en el Ayuntamiento; por tanto, en los lugares públicos. No se cortó este Magistrado de profesión y ex ministro socialista de justicia e interior con Felipe González. Dijo con contundencia: "las sociedades más maduras son las que no cambian las costumbres y tradiciones, sino que las acumulan y superponen". Me trae, a la memoria, al viejo Profesor, al socialista Tierno Galván, que no tuvo empacho en responder al que quería retirarle el crucifijo de su despacho de la Alcaldía de Madrid: " no hace daño a nadie, es un símbolo de paz".La retirada de los crucifijos es una muestra de intolerancia y de ignorancia supina, un signo de autoritarismo. Hay sectores minoritarios cuyas actuaciones me recuerdan a las del Régimen cubano en sus tiempos de obcecada persecución religiosa, y a todos los regímenes comunistas. ¿Por qué se repiten las actitudes totalitarias de esos regímenes dictatoriales ensañados con la religiosidad del pueblo? ¿No será porque no ha habido una crítica seria al Comunismo? No, no se han convertido en demócratas, sino que se sirven de la democracia, como hizo Hitler en Alemania. Cuando no se critica el mal, éste tiende a repetirse.
Josefa Romo
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