Da
la impresión que actualmente hay pocos jóvenes que se decidan a una entrega
total a Dios y a los demás. Puede achacarse a diversos motivos: secularización
social, relajación de costumbres, o una sociedad poco dada a la reflexión.
Pienso que hay otra cuestión: la falta de confianza y de esperanza ante los
problemas de la vida. El mensaje de la Navidad viene ahora como anillo al dedo.
El niño de Belén nos ha enseñando que esta vida merece la pena y, pese a sus
dramas y sinsabores, puede ser un camino de alegría. Solo cuando se entiende la
propia existencia como un valioso y seguro don, que apunta a una gran victoria,
es cuando se tiene la grandeza y la generosidad de darla por entero; algo muy
propio de la más genuina juventud.
José Ignacio Moreno Iturralde
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