Roberto era una chico de 16 años, estudiante de
instalaciones eléctricas en Tafalla; le gustaba el baloncesto el judo y
la música. Vio como una amiga era acosada por algunos mozalbetes y se
lanzó a defenderla. Los acosadores le dieron una paliza que le costó la
vida. Todo esto ha sucedido hace pocas semanas, delante de “nuestras
narices”, como suele decirse. Los padres de Roberto han donado sus
órganos. Estoy seguro que no les costó mucho tiempo tomar esta decisión,
porque probablemente tuvieron en cuenta que la generosidad consiste en
hacer el bien a los demás. Como hizo su hijo. De tal palo, tal astilla.
La resolución del hijo y la decisión de los padres sólo se entiende en
un clima favorable a los grandes valores. A Roberto le tocó vivir la
valentía. La cobardía aparece cuando uno se deja dominar por el miedo,
que surge de la inquietud ante algo incierto, que se visualiza como una
amenaza. Una persona es valiente si logra vencer sus temores o sus
dudas: cuando decide hacer algo que ve como necesario, pero que conlleva
un riesgo; entonces debe actuar con decisión y firmeza. Hay un dicho,
común a varios idiomas, según el cual “el mundo es de Dios y lo alquila a
los valientes”. La afirmación sirve para defender la vida, la verdad,
el bien y la justicia en las relaciones humanas, profesionales y
sociales. Así se consigue que la valentía no se pierda en esos ámbitos.
José Luis Mota Garay.
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