Llama la atención
el empeño que ponen ciertos sectores políticos en defender el aborto cuando
surge la posibilidad de que Tribunales y juristas pongan en jaque la
infraestructura del abortismo. Resulta llamativo por el hecho mismo del aborto
al margen de cualquier otra consideración: la muerte procurada de una vida
humana en gestación. Sin hacer juicios de conciencia personales, si he
reflexionado sobre qué motivos pueden llevar a esta promoción de la muerte de
los no nacidos no deseados. Pienso que este abortismo surge de una
consideración enconadamente pesimista
de la vida. De esta manera, la “problemática” existencia humana no siempre es
deseable, no es un valor incondicionado. La dignidad humana queda reducida a
momentos autorreferenciales de la vida sanos o conscientes. Hasta tal punto
llega esta obcecación que se intenta silenciar a todo cargo público que tenga
ideas a favor de la vida, como si se
tratara de algo delictivo. Se practica así lo que podría llamarse un
abortismo que amordaza. En nombre de la libertad se niega el valor de la vida y
de la propia libertad. La defensa del apoyo a la mujer embarazada y del valor
de toda vida humana es una causa plenamente laical de humanismo y de civismo,
de ecología y de progreso. Se trata de recordar el respeto de un alto valor de
civilización gracias al que los partidarios del aborto, no lo olviden, pueden
ahora vivir.
José Ignacio Moreno Iturralde
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