Una vida cristiana exigente conlleva mucha alegría junto a esfuerzos y sacrificios abundantes. Por esto me llamó gratamente la atención al leer a Chesterton, quien afirmaba que tras su conversión al cristianismo experimentó un poderoso aumento de su libertad. Ser cristiano es saberse más libre, si; de acuerdo, pero realmente...¿Lo vivimos así? Entonces me acordé del libro de los Proverbios cuando dice “Dame, hijo mío, tu corazón y extiende tu mirada sobre mis campos de paz”. Esta entrega del corazón implica una vida de servicio a los demás. Realmente si uno cambia de óptica y elige la de servir, con sentido común y defendiendo los propios derechos, echamos por la borda las pesadas exigencias del egoísmo y se abre todo un panorama de futuro, luz y fecundidad, no exento de empeño y lucha diaria.
José Ignacio Moreno Iturralde
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