Considero que el cristianismo –es decir: la palabra y el ejemplo de vida de Jesucristo- es muy beneficioso para la sociedad laica. Entre otros motivos porque se trata de una doctrina clave para enraizar la fraternidad entre los hombres. Un verdadero cristiano es movido a considerar hermanos suyos tanto a un buen amigo –con mucho gusto- como a un tipo insoportable –quizás muy a su pesar-. Esta fraternidad, fuente de sacrificio duro y de honda alegría, está olvidada en nuestro debate social. No será la mera ciudadanía quien contribuya a revitalizarla. Marginar la expansión del mensaje cristiano en el legítimo ámbito aconfesional civil supone un empobrecimiento supino de las raíces de la democracia y una devaluación de las relaciones humanas.
José Ignacio Moreno Iturralde
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