Tuesday, March 22, 2005

Navidad

Los que tenemos una visión alegre de la Navidad esperamos esa fecha con ilusión. Ese día nos resulta excepcional dentro del calendario. Gran parte de las jornadas resultan, en ocasiones, algo monótonos, grises; a veces duras. La Navidad es bonita, pero nos parece que no es lo normal. Esta es precisamente la idea que pretendo combatir: la Navidad es el día más normal de todos porque en esta jornada se resume la condición nativa y original del hombre; a saber: que es familia de Dios y de sus semejantes.

En la medida que olvidamos esta realidad de fe vivimos una vida más o menos devaluada: nos fijamos más en el mal que en el bien, en la molestia que en el agradecimiento. La Navidad nos da el vuelco que nos hace falta pues al buscar la “Gloria a Dios en las alturas”, encontramos la “paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”.

La Encarnación del Hijo de Dios supone la unión del tiempo con la eternidad. Las amistades tienden a recuperarse, los vínculos familiares a fortalecerse. Esto no se debe a un tenue sentimentalismo que pronto se disipará, sino a una verdad tan provocativa que nuestros ojos débiles no son capaces de verla en plenitud y nuestros torpes oídos de escucharla con la suficiente profundidad. La Navidad nos sitúa ante la realidad de nuestra vida porque toda la tristeza y el decaimiento, que nos parecen tan vitales, no son más que la sombra de la alegría que nos debería penetrar hasta lo más hondo de las entrañas.

Cuando vemos tanto complejo en la calle por eludir la amable figura de la Sagrada Familia no se trata ya de no alcanzar la alegría navideña sino de caer en la tristeza de avergonzarse ante un Mensaje que por ser divino es profundamente humano: pobreza, amor, familia, solidaridad, paz, entrega. Un miembro de cualquier confesión religiosa, al que nadie impide expresar y manifestar públicamente su fe, no puede menos de maravillarse con la cita anual con la Navidad. Las personalidades públicas que eluden las manifestaciones de fe en pueblos, mayoritariamente cristianos, no han entendido nada de lo que esta fecha significa. Turbados por sus complejos no son capaces de dejar manifestar el motivo de la fiesta de la alegría: Dios-con-nosotros.
Creer que el Creador del universo se ha hecho un niño, junto a una madre y un padre sin techo, es fruto de la fe y la fe no se impone. Pero esa familia bendita no es una imposición, sino una propuesta de misericordia para un mundo enfermo que no sabe como encontrar la paz. Navidad es, si uno se sitúa en el diálogo de la humildad, la inaudita manifestación de la verdad más profunda del hombre: que sus obras de nobleza nunca serán estériles, pase lo que pase.

La Navidad nos golpea con un rayo de luz y nos hace ver la verdad y la mentira que hay en nuestros corazones. Nos enseña lo que todavía nos falta para ser más reales, más humanos; y aunque vuelvan los pesares y las dificultades, quizás en esta Navidad podamos aprender que es a ella a la que nos encaminamos: a la plena morada de Dios en nuestras vidas.

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