¿Qué es lo que más
radicalmente somos? Pienso que la respuesta es hijos o hijas. Por esto, la
relación de filiación y, por tanto, las de paternidad y maternidad, no son algo
gradual y cuantitativo, sino que se trata de relaciones profundas y
cualitativas. Un niño se conoce a sí mismo, primeramente, mirando a su madre y
a su padre.
Las relaciones conyugales
se basan en un compromiso donde la mujer y el hombre se complementan y quieren
con un amor entregado, que puede hacerse vida en los hijos. Las relaciones con
hermanos y hermanas nos hacen también sabernos queridos y exigidos: nos ayudan
a salir de nosotros mismos, y hacen que aprendamos a querer.
La amistad es un tipo de
relación especialmente libre. Dos amigos o amigas lo son porque les da la real
gana. La grandeza de la amistad tiene que ver con su fragilidad. Se trata de
una relación fácilmente prescindible, pero resulta que la vida sin amigos o
amigas es inhumana. La alegría y la pena tiende a compartirse con los amigos.
En las relaciones
académicas y laborales procuramos buscar un sector de estudios, o profesional,
que se adecúe a nuestros intereses. La experiencia muestra que esto no es
siempre del todo posible. Por esto, me parece muy sano y provechoso el
planteamiento de preguntarnos: ¿Qué esperan mis profesores y profesoras de mí?
O bien: ¿Qué esperan en mi empresa de mí? Quizás lo sabemos. Tal vez sea bueno
preguntarlo en alguna ocasión. Es interesante que adquiramos un mayor
conocimiento de nosotros mismos, desde la óptica de los que pasan con nosotros
gran parte de nuestra vida cotidiana.
Nos informamos de la
meteorología a la hora de hacer un viaje o emprender una excursión. De la
observación atenta del mundo han salido grandes inventos, como la penicilina;
así como multitud de beneficios prácticos. Este realismo saludable es
especialmente interesante aplicarlo en el paisaje de nuestra vida. Nos damos
cuenta que una persona generosa es más alegre y más querida por quienes la
conocen. Pero sabemos que la generosidad no es siempre premiada; sino que
incluso es atacada y pisoteada: la vida ofrece numerosos ejemplos. Sin embargo,
la persona generosa se hace mejor ella misma, al margen del reconocimiento que
otros le ofrezcan -y no olvidemos que suele ser mucho-. La generosidad nace
también de un sentido común aliado con la gratitud. La vida es un don
inmerecido y es lógico y bueno corresponder, haciendo a los demás lo que
quisieran que hicieran conmigo.
El cristianismo ofrece
algo muy animante que ha de ser acogido desde la fe, pero también desde la
razón. El misterio de la Trinidad de Dios es muy significativo: el Padre es todo
Paternidad; el Hijo es todo Filiación; el Espíritu Santo es la relación de Amor
entre el Padre y el Hijo. Un único Dios es tres relaciones subsistentes.
Nosotros somos sustancias –sujetos- que nos relacionamos. El misterio de Dios
está en sus relaciones personales. La explicación de nuestra vida está en
nuestras relaciones con Dios y con los demás. La fe cristiana nos asegura que
la generosidad, unida al sentido común y a la justicia, tiene un triunfo
definitivo, y que el amor verdadero es más fuerte que la muerte. Por esto la
vida de Cristo, Dios hecho hombre es el ejemplo máximo de una vida relacionada,
feliz, sufrida y resucitada. María y José, personas humanas que tanto saben de
lo divino, nos ofrecen con sus vidas un ejemplo lleno de una luz entrañable,
asequible, práctica y comprensiva.
José Ignacio Moreno
Iturralde
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