Sunday, February 09, 2025

Entendernos desde las relaciones humanas y divinas

¿Qué es lo que más radicalmente somos? Pienso que la respuesta es hijos o hijas. Por esto, la relación de filiación y, por tanto, las de paternidad y maternidad, no son algo gradual y cuantitativo, sino que se trata de relaciones profundas y cualitativas. Un niño se conoce a sí mismo, primeramente, mirando a su madre y a su padre.

Las relaciones conyugales se basan en un compromiso donde la mujer y el hombre se complementan y quieren con un amor entregado, que puede hacerse vida en los hijos. Las relaciones con hermanos y hermanas nos hacen también sabernos queridos y exigidos: nos ayudan a salir de nosotros mismos, y hacen que aprendamos a querer.

La amistad es un tipo de relación especialmente libre. Dos amigos o amigas lo son porque les da la real gana. La grandeza de la amistad tiene que ver con su fragilidad. Se trata de una relación fácilmente prescindible, pero resulta que la vida sin amigos o amigas es inhumana. La alegría y la pena tiende a compartirse con los amigos.

En las relaciones académicas y laborales procuramos buscar un sector de estudios, o profesional, que se adecúe a nuestros intereses. La experiencia muestra que esto no es siempre del todo posible. Por esto, me parece muy sano y provechoso el planteamiento de preguntarnos: ¿Qué esperan mis profesores y profesoras de mí? O bien: ¿Qué esperan en mi empresa de mí? Quizás lo sabemos. Tal vez sea bueno preguntarlo en alguna ocasión. Es interesante que adquiramos un mayor conocimiento de nosotros mismos, desde la óptica de los que pasan con nosotros gran parte de nuestra vida cotidiana.

Nos informamos de la meteorología a la hora de hacer un viaje o emprender una excursión. De la observación atenta del mundo han salido grandes inventos, como la penicilina; así como multitud de beneficios prácticos. Este realismo saludable es especialmente interesante aplicarlo en el paisaje de nuestra vida. Nos damos cuenta que una persona generosa es más alegre y más querida por quienes la conocen. Pero sabemos que la generosidad no es siempre premiada; sino que incluso es atacada y pisoteada: la vida ofrece numerosos ejemplos. Sin embargo, la persona generosa se hace mejor ella misma, al margen del reconocimiento que otros le ofrezcan -y no olvidemos que suele ser mucho-. La generosidad nace también de un sentido común aliado con la gratitud. La vida es un don inmerecido y es lógico y bueno corresponder, haciendo a los demás lo que quisieran que hicieran conmigo.

El cristianismo ofrece algo muy animante que ha de ser acogido desde la fe, pero también desde la razón. El misterio de la Trinidad de Dios es muy significativo: el Padre es todo Paternidad; el Hijo es todo Filiación; el Espíritu Santo es la relación de Amor entre el Padre y el Hijo. Un único Dios es tres relaciones subsistentes. Nosotros somos sustancias –sujetos- que nos relacionamos. El misterio de Dios está en sus relaciones personales. La explicación de nuestra vida está en nuestras relaciones con Dios y con los demás. La fe cristiana nos asegura que la generosidad, unida al sentido común y a la justicia, tiene un triunfo definitivo, y que el amor verdadero es más fuerte que la muerte. Por esto la vida de Cristo, Dios hecho hombre es el ejemplo máximo de una vida relacionada, feliz, sufrida y resucitada. María y José, personas humanas que tanto saben de lo divino, nos ofrecen con sus vidas un ejemplo lleno de una luz entrañable, asequible, práctica y comprensiva.

  

José Ignacio Moreno Iturralde


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