Monday, July 31, 2006

Dios y el dolor de los inocentes

Por Ángel Gutiérrez Sanz

El tema de Dios no es un tema que apasione hoy, ni para bien ni para mal. Ese Dios teórico de la Filosofía que vive en su cielo alejado de los hombres ha dejado de preocupar. El Dios interpelado actualmente por los hombres es el Dios providente del que nos acordamos cuando algo malo sucede en el mundo, cuando sucede una catástrofe es nos preguntamos ¿donde está Dios? ¿ Por qué no hizo nada para evitarlo? El mal en el mundo es la gran objeción hoy día contra el Dios bueno

Las objeciones del hombre moderno no van dirigidas contra el Dios teórico. Digamos que este Dios ha dejado de interesar a las gentes; de él apenas se habla ni para bien ni para mal, simplemente se pasa de él. Como queda tan lejos… ni es amigo ni enemigo.
Que exista o no exista un Dios así es su problema Ver a Dios como la única razón suficiente de todo lo que existe puede llegar a ser una exigencia lógica; pero este Dios del pensamiento no colma las ansias y anhelos humanos. Este es un Dios que puede llegar a convencernos, pero no a apasionarnos.

El Dios de la filosofía es siempre el Otro, un ser Trascendente, grandioso, reverencial, sí, pero lejano. La imagen del Dios aristotélico, por ejemplo, se nos presenta bajo la forma de un motor inmóvil, que puso en funcionamiento la gigantesca maquinaria del universo, pero vive solitario, recluido en su cielo, sin querer saber nada de lo que pasa aquí abajo.
Necesario, sí, pero frío y lejano es este Dios. Que se sepa ningún hombre ha estado dispuesto a dar la vida por un Dios así. El Dios que sacia las ansias del corazón humano es algo más que la conclusión bien probada de un sólido argumento metafísico.

El Dios que puede llegar a apasionarnos es el que nos llega al corazón y está llamado a ser vida de nuestra propia vida. Este es precisamente el Dios interpelado por el hombre moderno. Es a este Dios al que se le piden explicaciones por lo que pasa en el mundo. A este Dios es al que quisiera ahora referirme

No es la razón sino el corazón el que nos hace sentir la cálida presencia del Dios comprometido con nuestra propia historia de hombres. A partir de aquí pueden establecerse los rasgos diferenciadores entre el Dios de la fe y el Dios de la razón, o como diría Pascal, entre el Dios de Abrahám, de Isaac y de Jacob y el Dios de los filósofos y los sabios. La lógica de la razón, bien utilizada por Aristóteles y por Sto. Tomás en las cinco vías, nos llevan hasta la Causa Necesaria, en cambio la lógica del corazón de S. Agustín y de Pascal nos colocan frente al Dios afectuoso e íntimo.

Este Dios amoroso es precisamente el Dios que no deja indiferente a nadie y es interpelado hoy por gran parte de los hombres de nuestro mundo
Nosotros, los hombres de la sociedad del bienestar, no hemos podido evitar el dolor y la muerte.
Después de tantos siglos de desarrollo, el hombre de hoy sigue sabiendo mucho de violencias y catástrofes, de enfermedades incurables y desesperanzas, de injusticias y discriminaciones, de soledades y abandonos y no cesamos de preguntarnos ¿por qué así? ¿Por qué tanto mal? ¿Por qué tanto sufrimiento?......

Seguro que todos , de una forma o de otra, en algún momento de nuestra vida hemos sentido la tentación de pedir a Dios una explicación de lo que considerábamos humanamente injusto , humanamente absurdo ¿Por qué este joven ha tenido que morir en accidente justamente la víspera de su boda.¿Por qué niños huérfanos no sabrán nunca lo que es el calor de un hogar y el cariño de unos padres? ¿Por qué miles de vidas inocentes están condenadas a morir antes de nacer? Dolor, mucho dolor; muerte, mucha muerte. ¿Por qué?... ¿Por qué?....

Si Dios es bueno ¿por qué hay tanto mal en el mundo? Este ha sido y sigue siendo motivo importante de la crisis de fe en muchas conciencias, esto es lo que ha hecho que muchos se vuelvan contra Dios, porque piensan que él y no otro es el responsable del exceso de sufrimiento y del mal en el mundo; por ello se pretende sentar a Dios en el banquillo de los acusados, para que responda ante miles y millones de víctimas inocentes que sufren y mueren en nuestro mundo. Esta es la gran objeción contra el Dios bueno, hasta el punto de que alguien ha podido decir: sufro, luego Dios no existe. ¿Es posible seguir hablando de Dios después de Auswitz?, se preguntaba Wiesel , premio nobel de la paz en 1986?

La cuestión no es de ahora, viene de atrás. Desde tiempos de Epicuro retomada en los tiempos modernos por Hume, viene formulándose el famoso dilema, adaptado a las distintas experiencias vividas.

El dilema es este: O Dios quiere erradicar el dolor y el mal del mundo, pero no pude; o puede hacerlo, pero no quiere. Si es que no quiere librarnos del mal y el dolor ¿Cómo podemos llamarle bueno y si es que no puede, entonces ¿cómo podemos llamarle Dios?.....
A partir de aquí las interpelaciones no han cesado. ¿Qué clase de Dios es éste?....... Dejar de considerar a Dios como a un amigo es la gran tentación de nuestro tiempo. La gente se pregunta ¿Dónde está Dios cuando cientos de miles de personas sucumben ante la catástrofe implorando desesperadamente su ayuda? ¿Dónde cuando Hiroshima y Nagasaki?..... ¿Dónde cuando el Tsunami de Diciembre de 2004?....¿Por qué calla cuando miles de inocentes se pudren en las cárceles acusados de crímenes que nunca cometieron?...¿Por qué?...¿Por qué?....
Y la respuesta no puede ser otra. Dios está siempre cerca ,muy cerca, al lado mismo de las víctimas. A Dios hay que irle a buscar al Gólgota, en aquella tarde oscura del primer Viernes Santo. Allí le encontraremos, sufriendo con los que sufren, muriendo con los que mueren. Allí está el Justo, el Inocente, haciendo suya la causa de todos los desdichados y clamando contra todas las injusticias.

El Dios del Gólgota sufre el desamparo de niños y niñas inocentes de ojos tristes, padece la violencia de la mujer maltratada, agoniza de soledad con el anciano. Abre bien los ojos y podrás verle en los que mueren sin haber vivido nunca, podrás verle en los vertederos de desperdicios, donde niñitas hambrientas, famélicas y desvalidas disputan a las ratas un mendrugo de pan duro; podrás ver su rostro disfrazado del mendigo o de emigrante sin techo, bajo el sol o bajo la lluvia.

El juicio de Dios ante las víctimas inocentes tiene una defensa irrefutable en Jesucristo colgado de un madero. Cualquiera que contemple la escena del Cristo Doliente en aquel Primer Viernes Santo, no puede dudar por más tiempo de qué parte está Dios. No se le pueden pedir cuentas del dolor y sufrimiento en el mundo a quien voluntariamente quiso cargar sobre sus espaldas con toda la desdicha de una humanidad herida por el pecado. Ello sería injusto, tremendamente injusto.

Hasta el propio Albert Camus reconoce la gran importancia que para la historia de los hombres ha tenido el drama de la cruz: “ porque en esas tinieblas, son sus propias palabras, la divinidad abandonando ostensiblemente sus privilegios tradicionales, vivió hasta el fin, incluyendo la desesperación y la angustia de la muerte” ( A.Camus :El Hombre Rebelde . pág. 40)
Los inocentes de la tierra que preguntan por su dolor pueden encontrar algún tipo de satisfacción en la Teología del Dios Doliente. Si el mundo duda de la bondad de Dios será porque se ha olvidado de lo que pasó en el Gólgota hace 2000 años, un suceso que sólo tiene explicación por y desde el amor, que nos pone de manifiesto hasta qué punto Dios ha sido bueno con nosotros. Si alguna vez he dudado yo también de tu amor, he de avergonzarme de ello de ello y con palabras de Gabriela Mistral he de pedir que me perdones.

“En esta tarde, Cristo del Calvario, Vine a rogarte por mi carne enferma; Pero al verte, mis ojos van y vienen De tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.” ¿Cómo quejarme de mis pies cansados Cuando veo los tuyos destrozados? ¿Cómo mostrarte mis manos vacías Cuando las tuyas están llenas de heridas? ¿Cómo explicarte a ti mi soledad Cuando en la cruz alzado solo estás?”

Los que hemos ido creciendo a la sombra del árbol de la cruz, tal vez no sepamos por qué el dolor entró en los planes de Dios; pero lo que si sabemos que en nuestro dolor estamos unidos por siempre a aquel que a la vez supo ser sacerdote y víctima, sabemos que esa sangre que brota a borbotones de sus llagas es garantía de esperanza , sabemos que en el arroyo de agua que mana de sus costado, la humanidad entera manchada por el pecado puede lavar sus culpas; sabemos que siempre que con el corazón destrozado nos hemos acercado a besar los pies del crucificado nos hemos sentido aliviados.

Prepararnos para vivir la cuaresma es irnos adentrando en el corazón de Cristo Doliente; es disponernos a recorrer con los hermanos el duro trayecto de la Vía Dolorosa, que conduce al Gólgota, siempre con la alegría de saber que el Dios bueno nunca nos dejará solos en medio de la tragedia humana.

El Dios crucificado es la Buena Nueva para todas las víctimas de la historia, que somos todos. Si Cristo hubiera hecho caso a los que le decían: Baja de la cruz y creeremos en ti, si les hubiera hecho caso, se hubieran derrumbado las ilusiones de todos los crucificados de la tierra ; pero como no fue así, podemos seguir pensando que la cruz de Cristo da sentido a todas las cruces de la tierra: ella es precisamente la respuesta que Dios da a la pregunta sobre el mal en el mundo. Cuando Dios muere en la cruz, lo que está afirmando es su radical solidaridad con los que sufren inocentemente; pero también y esto es lo grandioso, está afirmando su reconciliación con los verdugos, porque la cruz es el símbolo de reconciliación universal de todos, de buenos y de malos.

La aparente inactividad que en tantas ocasiones se ha echado en cara a Dios se convierte así en la más activa intervención. Es el Cristo del Calvario el que con toda claridad nos muestra qué significa la palabra Dios, qué significa la palabra amor; ninguna otra representación filosófica o religiosa hubiera podido aspirar a tanto. En el símbolo cristiano de la cruz encontramos el compendio de nuestra fe cristiana, hasta el punto que la misma resurrección es una prolongación y no un complemento. La cruz no se concibe sin la resurrección como la resurrección tampoco sin la cruz. (...)

Sunday, July 30, 2006

Dios está ganando

A pesar de las previsiones, la religión no se desvanece en el mundo moderno, NUEVA YORK, sábado, 29 julio 2006 (ZENIT.org).- Lejos de desvanecerse a la sombra de la modernidad y la prosperidad, el fervor religioso, de hecho, está aumentando. Este es el tema de un artículo, «Why God is Winning» (Por qué Dios está ganando), publicado en el número de julio-agosto de la revista Foreign Policy. Los autores, Timothy Samuel Shah y Monica Duffy Toft, explican que una de las confirmaciones más recientes de sus tesis ha sido la victoria el pasado enero en las elecciones palestinas del Partido Hamas. Tras las elecciones, un seguidor de Hamas reemplazó la bandera que ondea sobre el parlamento con un estandarte proclamando a Mahoma. Poco después, las violentas protestas en muchos países sobre la publicación de las viñetas que caricaturizaban a Mahoma proporcionaron más evidencias de la fuerza del fervor islámico. Esto no ha sido sólo un incidente aislado, mantienen Shah y Toft. «Voces clamando por la autoridad trascendente llenan los espacios públicos y ganan contextos políticos claves», afirman. La política inspirada en la religión ha jugado un importante papel en situaciones como la lucha contra el apartheid en Sudáfrica y la victoria de los nacionalistas hindúes en India en 1998.
En Estados Unidos, los evangélicos han jugado un creciente e importante parte en las elecciones en los últimos años. «La democracia está dando a los pueblos del mundo su voz, y ellos quieren hablar de Dios», observa el artículo. El fortalecimiento de la religión está teniendo lugar al mismo tiempo en que la democracia y la libertad se extienden por el mundo. La apertura de procesos políticos en países tales como India, Nigeria, Turquía e Indonesia durante la pasada década ha llevado una mayor influencia de la religión en la vida política. Una tendencia similar está teniendo lugar en cuanto a la vida económica. Aunque la pobreza es todavía un grave problema en muchos países, a un gran número de personas les va mejor en términos económicos. Pero cuando la población del mundo se ha vuelto más rica y más educada no ha dado la espalda a Dios. Un caso a propósito es el rápido desarrollo económico en China, acompañado de un fuerte crecimiento de las creencias religiosas.
Citando datos de la World Christian Enciclopedia, el artículo de Foreign Policy apunta que los dos credos cristianos más importantes – el catolicismo y el protestantismo – y las dos mayores religiones no cristianas – el Islam y el hinduismo – han aumentado su proporción en la población mundial en el año 2000, si se compara con un siglo antes. Las cuatro religiones juntas sumaban el 50% de la población mundial al comenzar el siglo XX. Esta proporción ha subido al 64% al comenzar el siglo XXI, y podría subir hasta cerca del 70% en el 2025. Neo-ortodoxia Pero el despertar religioso no está distribuido, apuntaban Shah y Toft. «El despertar religioso de hoy es menos una vuelta a la ortodoxia religiosa que una explosión de ‘neo-ortodoxias», sostienen. Estas religiones tienen en común la capacidad de organizarse bien y de tener cierto sentido político. Son rápidas también a la hora de utilizar nuevas tecnologías para llegar a los creyentes y trasladar su número al poder político. Este ha sido el caso de las organizaciones hindúes en India, de la Hermandad Musulmana en Egipto, de Hamas en los territorios palestinos y de los pentecostales en Brasil. Preocupa, no obstante, que tales grupos puedan ser demasiado extremistas en sus puntos de vista y puedan provocar también conflictos civiles. Pero aunque haya aspectos negativos en algunas aplicaciones del fervor religioso, la religión ha jugado un papel positivo en el apoyo a la democracia y a los derechos humanos en muchos países. Shah y Taft explicaban esta afirmación en una entrevista en la página web de Pew Forum on Religion and Public Life. En el texto, con fecha 18 de julio, observan que, en los últimos años, la atención se ha centrado en el Islam. Sin embargo, no es sólo una cuestión islámica, y es necesario entender la cuestión islámica en el contexto más amplio de la religión en el mundo. También admitían que algunos países occidentales, entre ellos las naciones europeas, Canadá y Japón, son bastante seculares. Incluso así, los debates religiosos y los diversos grupos todavía juegan su papel en estos países. En Europa, por ejemplo, muchos debates recientes sobre temas como la entrada de Turquía en la Unión Europea o la inmigración, tienen que ver con el Islam o el papel de la religión en la identidad europea. Al intentar explicar el auge actual de la religión, Shah y Taft opinan que comenzó un cambio a últimos de los sesenta que se aceleró en los setenta y ochenta. En el mundo en desarrollo, los líderes e ideologías seculares que prometieron progreso comenzaron a fallar. Este fue el caso, por ejemplo, tanto de Egipto como de Irán. La derrota subsiguiente del comunismo soviético aceleró este proceso, creando un vacío que los grupos religiosos podían llenar. Además, en los últimos tiempos, algunos líderes religiosos «proféticos», desde Juan Pablo II a figuras islámicas, han ejercido un alto grado de autoridad e influencia sobre sus seguidores. La movilización de los creyentes en Estados Unidos ha sido también un importante factor de influencia en la vida política y social, con consecuencias tanto dentro como fuera de Norteamérica. Sin embargo, hasta hace poco tiempo los analistas daban poco peso al papel de la religión en la política. Esto ha cambiado actualmente y tanto los círculos académicos como los gobiernos se toman la religión de forma más seria. Resurgir mundial Otra visión de la religión en el mundo moderno la daba Ronald Inglehart, director de World Values Survey, y profesor de la Universidad de Michigan. Está disponible también en la Pew Web una trascripción de una entrevista a Inglehart en el National Press Club, el 8 de mayo. Se está llevando a cabo una encuesta sobre valores, la quinta, cuyos resultados ser publicarán el año próximo. Inglehart subrayaba la complejidad de la situación con respecto a la religión. En muchos países la religión está en declive. Pero, continuaba, «hoy hay más personas vivas con creencias religiosas tradicionales que nunca antes en la historia, y son un porcentaje mayor de la población mundial del que eran hace 20 años». Ha habido secularización debido a los cambios económicos, aunque Estados Unidos puede ser una excepción a este proceso. Pero la secularización tuvo lugar principalmente en el periodo de la industrialización, y todavía avanza en algunos países. Esto ha llevado al declive de la religión en muchos países y al debilitamiento de las religiones establecidas. En muchas naciones occidentales, por ejemplo, ha descendido la asistencia a la iglesia. No obstante, la situación ha cambiado en las sociedades post-industriales o basadas en el conocimiento. En estos países hay un debate creciente sobre temas relacionados con los valores religiosos, como por ejemplo la cuestión del matrimonio del mismo sexo. Así, aunque las iglesias tradiciones puede que todavía se enfrenten a muchos desafíos, hay un mayor interés por las cuestiones espirituales entre la población. Las cuestiones de cultura y religión, por tanto, tienen un peso mayor en el mundo de hoy. Inglehart también precisaba que hay una notable diferencia entre los países económicamente avanzados y los países en desarrollo. El nuevo interés en la religión en los países desarrollados es diferente en el hecho de que aceptan menos la autoridad y está ligado a lo que se denominan creencias new age. En los países en desarrollo, sin embargo, hay considerablemente más énfasis en la religión tradicional y esto no ha cambiado en los últimos años. De hecho, no se están secularizando y ponen más énfasis en la religión tradicional. Esta divergencia en las actitudes religiosas es una posible fuente de conflictos, observaba Inglehart. Conflicto que no es inevitable, pero hay una línea potencial dentro de la cual puede ocurrir. De este modo la globalización no ha traído consigo una mayor conformidad y convergencia en términos de valores culturales y religiosos. Una situación que sin ninguna duda se estudiará en profundidad en los próximos años.

Friday, July 28, 2006

Testimonio de jóvenes apóstoles

Los pesimistas se quejan; pero los santos ven, reflexionan y actúan. Nos entristecemos porque muchos jóvenes no pisan en la iglesia, pero... ¿qué hacemos para atraerlos? Los santos imaginan nuevas formas de apostolado y de presencia y se lanzan; sueñan y hacen realidad su sueño de apostolado fecundo y alegre, a veces original. ¿No nos impacta el testimonio de apostolado joven en la playa, de un párroco italiano, don Vito, y un grupo de jóvenes, los "Sentinelles" o Centinelas ( eso quería Juan pablo II que fueran todos)? Desde hace dois años, se han lanzado a la arena-nunca mejor dicho-, con una barca sosteniendo la custodia, una Cruz grande con un salvavidas a los pies, un icono de la Virgen y dos sillas, una para el confesor y otra para el penitente. Esa es su capilla, con una tela para el que se quiera hacer oración en la playa ante Jesús Sacramentado, adorado por los jóvenes "Sentinelas" en la noche (en la noche, como Nicodemus). Los hombres tenemos sed de Dios, y la capilla de la playa se les queda pequeña. Al enterarme, he evocado a aquel grupo de jóvenes que en Cáceres y otras ciudades extremeñas, recorrían por los años 60 las calles céntricas invitando a una Misa de los sábados en honor de la Virgen, a Cenáculos de oración y a Círculos de Estudios (reuniones formativas). Era impresionante la siembra y no lo era menos la cosecha. ¿No hará falta hoy, repetir ese apostolado, alma por alma? ¿Creemos que van a conocer a Jesús si no se les presenta y si la cobardía o el pasotismo invade el corazón del joven católico? A los jóvenes hay que salirles al encuentro allí en donde quiera que estén. Pero los jóvenes apóstoles necesitan ser alentados por sacerdotes que no se duerman, centinelas ellos también; sacerdotes santos y valientes, a los que les duela Cristo y, por ello, las almas.
Josefa Romo.Cáceres

Wednesday, July 26, 2006

El programa de investigación con células madre aprobado por la Unión Europa amenaza la vida

Denuncia el obispo Elio Sgreccia, presidente de la Academia Pontificia para la Vida CIUDAD DEL VATICANO, martes, 25 julio 2006 (ZENIT.org).

- El programa de investigación con células madre, aprobado por la Unión Europea (UE), constituye una amenaza para la vida de embriones humanos, constata el obispo Elio Sgreccia, presidente de la Academia Pontificia para la Vida. Según el acuerdo alcanzado este lunes, el séptimo Programa Marco de Investigación de la UE, correspondiente al periodo 2007-2013, dotado con 50.521 millones de euros, prevé la investigación con células madre ya existentes, a condición de que no estén obtenidas por la destrucción de embriones humanos. Ahora bien, esta limitación, esconde un compromiso inaceptable para la Iglesia, según ha constatado este martes el obispo Sgreccia, quien ha analizado ante los micrófonos de «Radio Vaticano» los elementos que afectan a la bioética en el programa aprobado. «La decisión del Consejo de ministros se hace explícita con tres afirmaciones. La primera dice que se prohíbe al investigador suprimir al embrión humano para extraer las células deseadas». «La segunda afirmación, sin embargo, dice que este investigador --y otros investigadores-- pueden recurrir a líneas celulares producidas por otros investigadores, investigadores que han suprimido embriones vivos y de ellos ha producido líneas celulares, que después han comercializado». «Por tanto –explica monseñor Sgreccia--, se establece entre quien vende y prepara las líneas celulares y entre quien compra una coincidencia de intereses. Esta coincidencia de intereses implica desde el punto de vista ético una complicidad, una colaboración, como dicen los moralistas, que no exime de la participación en la responsabilidad de quienes, en primer lugar, ha producido, seccionado los embriones, y comercializado sus células». «La tercera afirmación dice que se pueden producir protocolos de investigación para la financiación dirigidos a utilizar los embriones ya congelados y que no pueden implantarse en el útero de la madre, si se constata previamente su muerte». «Ahora bien --responde el obispo--, sabemos que para verificar la muerte de estos embriones congelados es necesario descongelarlos y, al descongelarlos, algunos de ellos mueren, y por el momento no existe una técnica que pueda diagnosticar su muerte». Por tanto, reconoce, «no queda claro cómo es posible seguir este camino sin provocar la eliminación de embriones. Si el embrión es lo que es, es decir, un ser humano, nos damos cuenta de que estas tres afirmaciones no están en armonía entre sí».

Por este motivo, el prelado ofrece dos consideraciones de carecer «ético-político». «La primera es que, por este camino, no se salvaguarda el derecho a la vida de estos embriones. Y que es un hecho grave el que Europa, en un Parlamento de esta representación, no reconozca este derecho primordial, el primero de todo los demás, el derecho a la vida». «Como es grave también –sigue diciendo-- el que la legislación autorice la manipulación del ser humano en virtud del principio: “yo mato para sacar ventajas para los demás”», explica. La segunda consideración presentada por el obispo es la siguiente: «Europa, que en este momento se compromete oportuna y colegialmente para apagar los actos de violencia y de guerra en el cercano Mediterráneo, ha realizado un acto grave de incoherencia, al no oponerse a una investigación destructiva, que es violenta, aunque se ejerza en el inicio de la vida que, sin embargo, es igual a la de todos nuestros hijos, de todos los que hemos venido al mundo». Por su parte, la edición italiana de «L’Osservatore Romano» del 26 de julio, en un artículo firmado por Marco Bellizi, considera que esta decisión europea es «el macabro producto de un malentendido sentido del progreso».

Hacer oración con Forja, libro de San Josemaría (en audio)

Tuesday, July 25, 2006

El Papa habla apasionadamente de la paz

RHÊMES-SAINT GEORGES, lunes, 24 julio 2006 (ZENIT.org).- Al presidir en la tarde de este domingo una vigilia por la paz entre Israel y el Líbano, en la iglesia de Rhêmes-Saint-Georges, cerca de Les Combes, donde transcurre sus vacaciones, Benedicto XVI propuso la reconciliación como respuesta a la violencia. «¡Señor, líbranos de todos los males y danos la paz; no mañana o pasado mañana, danos la paz hoy!», imploró. Tras la breve liturgia de la Palabra, comenzada a las 17.30, el Santo Padre presentó la visión cristiana de la paz, en una homilía pronunciada sin papeles en la que comentó el pasaje de la Carta de San Pablo a los Efesios que presenta a Cristo como «nuestra paz». Ante unos cien fieles congregados en el templo y en presencia del obispo de Aosta, monseñor Giuseppe Anfossi, el pontífice confesó el desaliento que puede experimentarse ante la violencia de los hombres contra sus propios hermanos. «Todavía hay guerra entre cristianos, musulmanes, judíos; otros fomentan la guerra y todo está lleno todavía de enemistad, de violencia. ¿Dónde está la eficacia de Tu sacrificio? ¿Dónde está en la historia esta paz de la que nos habla Tu apóstol?», se preguntó dirigiéndose a Jesús. La reconciliación del Señor es la respuesta aclaró, según ha recogido la crónica ofrecida por «Radio Vaticano»: «Su sacrificio no quedó sin eficacia». Como prueba, citó «la gran realidad e la comunión de la Iglesia universal», así como las «islas de paz en el cuerpo de Cristo», en particular, los santos de la caridad «que crearon oasis de paz de Dios en el mundo».

Los mártires constituyen también estas «islas» de caridad pues han dado «testimonio de la paz, del amor que pone un límite a la violencia». De hecho, según el obispo de Roma, la violencia del hombre tiene un límite: el amor de Cristo: «El Señor venció en la Cruz. No venció con un nuevo imperio, con una fuerza más poderosa para destruir a los demás; no venció de manera humana, como nos los imaginaríamos, con un imperio más fuerte». «Venció con un amor que va hasta la muerte --añadió--. Esta es la nueva manera de vencer de Dios: a la violencia no opuso una violencia más fuerte. A la violencia, opone precisamente lo contrario: el amor hasta el final, su Cruz». El Papa exhortó a los fieles a confiar en este amor divino para poder ser constructores de paz. Es necesario, subrayó, llevar nuestro amor a todos los que sufren, sabiendo que el Juez del Juicio Final se identifica con ellos. La verdad central del cristianismo, «Dios es amor», no debe quedar ofuscada, sino que debe ser revalorizada en el diálogo con las demás religiones. «Hoy en un mundo multiculural y multirreligioso muchos tienen la tentación de decir: es mejor para la paz en el mundo entre las religiones y las culturas no hablar demasiado del carácter específico del cristianismo, es decir, de Jesús, de la Iglesia, de los Sacramentos. Dejemos a un lado las cosas que pueden ser menos comunes…». «Pero no es verdad», respondió el Papa. «El amor, el mensaje del amor y de todo lo que podemos hacer por los que sufren en este mundo --concluyó-- tiene que ir acompañado también por el testimonio de este Dios, de la victoria de Dios precisamente en la no violencia de su Cruz».

Monday, July 24, 2006

El Papa habla de María Magdalena

INTROD, domingo, 23 julio 2006 (ZENIT.org).- Benedicto XVI expuso este domingo las lecciones que ha dejado a los cristianos de todos los tiempos María Magdalena, «discípula» de Jesús, «testigo de la potencia de su amor misericordioso, que es más fuerte que el pecado y la muerte».

El Papa recordó la figura de esta mujer, «que en los Evangelios desempeña un lugar de primer orden», un día después de que la Iglesia celebrara su memoria litúrgica.

Escuchaban sus palabras varios miles de personas en Les Combes, localidad de los Alpes italianos en la que transcurre sus vacaciones, al rezar la oración mariana del Ángelus.

La figura de la Magdalena ha sido motivo de debate con la publicación del libro «El Código da Vinci» de Dan Brown, y con la presentación de la posterior película cinematográfica, en donde aparece como mujer de Jesús y madre de un supuesto hijo suyo.

El Evangelio de San Lucas, recordó por su parte el Papa, «la presenta entre las mujeres que habían seguido a Jesús después de haber “sido curadas de espíritus malignos y enfermedades”, precisando que de ella “habían salido siete demonios”».

«Magdalena estará presente bajo la Cruz, junto con la Madre de Jesús y otras mujeres –siguió diciendo--. Ella descubrirá, en la mañana del primer día después del sábado, el sepulcro vacío, junto al que permanecerá llorando hasta que no se le aparecerá Jesús resucitado».

Según Benedicto XVI, «la historia de María de Magdala recuerda a todos una verdad fundamental: discípulo de Cristo es quien, en la experiencia de la debilidad humana, ha tenido la humildad de pedirle ayuda, ha sido curado por él, y le ha seguido de cerca, convirtiéndose en testigo de la potencia de su amor misericordioso, que es más fuerte que el pecado y la muerte».

Sunday, July 23, 2006

La fe cristiana explica el corazón del hombre

Merece la pena leer despacio las enseñanzas de Benedicto XVI; no sólo para entender mejor el cristianismo, si no también al mismo hombre. Verdaderamente amar es la única actividad que es fin en si misma. Por esto es tan razonable que San Juan nos diga que Dios es Amor. Dios es, lo afirma también la fe, Trinidad: Padre, Hijo y Amor entre ambos; Amor que es Persona, el Espíritu Santo. A su vez, por la Encarnación, Dios se hace hombre para que el hombre se convierta en hijo suyo viviendo en el amor de Dios, plasmado hasta el límite en la Cruz y en la Eucaristía. En cada familia, imagen de la Trinidad, se hace vida y persona el amor entre los esposos. Por esto la fe, que es un don de Dios, explica con luz diáfana lo más entrañable de lo humano.

José Ignacio Moreno Iturralde

Saturday, July 22, 2006

Jesús enseña como vivir las vacaciones

Comentario del padre Raniero Cantalamessa, ofmcap., a la liturgia del próximo domingo ROMA, viernes, 21 julio 2006 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario del padre Raniero Cantalamessa, ofmcap. --predicador de la Casa Pontificia-- a la liturgia del próximo domingo, XVI del tiempo ordinario.
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Venid aparte para descansar un poco
XVI Domingo del tiempo ordinario (B) Jeremías 23, 1-6; Efesios 2, 13-18; Marcos 6, 30-34

En el pasaje del Evangelio Jesús invita a sus discípulos a separarse de la multitud, de su trabajo, y retirarse con Él a un «lugar solitario». Les enseña a hacer lo que Él hacía: equilibrar acción y contemplación, pasar del contacto con la gente al diálogo secreto y regenerador con uno mismo y con Dios. El tema es de gran importancia y actualidad. El ritmo de vida ha adquirido una velocidad que supera nuestra capacidad de adaptación. La escena de Charlot enfrascado en la cadena de montaje en Tiempos modernos es la imagen exacta de esta situación. Se pierde, de esta forma, la capacidad de separación crítica que permite ejercer un dominio sobre el fluir, a menudo caótico y desordenado, de las circunstancias y de las experiencias diarias. Jesús, en el Evangelio, jamás da la impresión de estar agitado por la prisa. A veces hasta pierde el tiempo: todos le buscan y Él no se deja encontrar, absorto como está en oración. A veces, como en nuestro pasaje evangélico, incluso invita a sus discípulos a perder tiempo con Él: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco». Recomienda a menudo no afanarse. También nuestro físico, cuánto beneficio recibe de tales «respiros». Entre estas «pausas» están precisamente las vacaciones de verano que estamos viviendo. Son para la mayoría de las personas la única ocasión para descansar un poco, para dialogar de manera distendida con el propio cónyuge, jugar con los hijos, leer algún buen libro o contemplar en silencio la naturaleza; en resumen, para relajarse.

Hacer de las vacaciones un tiempo más frenético que el resto del año significa arruinarlas. Al mandamiento: «Acordaos de santificar las fiestas», habría que añadir: «Acordaos de santificar las vacaciones». «Deteneos (literalmente: vacate, ¡tomaos vacaciones!), sabed que yo soy Dios», dice Dios en un salmo (Sal 46). Un sencillo medio de hacerlo podría ser entrar en la iglesia o en una capilla de montaña, en una hora en que esté desierta, y pasar allí un poco de tiempo «aparte», solos con nosotros mismos, ante Dios. Esta exigencia de tiempos de soledad y de escucha se plantea de forma especial a los que anuncian el Evangelio y a los animadores de la comunidad cristiana, quienes deben permanecer constantemente en contacto con la fuente de la Palabra que deben transmitir a sus hermanos. Los laicos deberían alegrarse, no sentirse descuidados, cada vez que el propio sacerdote se ausenta para un tiempo de recarga intelectual y espiritual. Hay que decir que la vacación de Jesús con los apóstoles fue de breve duración, porque la gente, viéndole partir, le precedió a pié al lugar del desembarco. Pero Jesús no se irrita con la gente que no le da tregua, sino que «se conmueve», viéndoles abandonados a sí mismos, «como ovejas sin pastor», y se pone a «enseñarles muchas cosas». Esto nos muestra que hay que estar dispuestos a interrumpir hasta el merecido descanso frente a una situación de grave necesidad del prójimo. No se puede, por ejemplo, abandonar a su suerte, o aparcar en un hospital, a un anciano que se tiene al propio cargo, para disfrutar sin molestias de las vacaciones. No podemos olvidar a las muchas personas cuya soledad no han elegido, sino que la sufren, y no por alguna semana o mes, sino por años, tal vez durante toda la vida. También aquí cabe una pequeña sugerencia práctica: mirar alrededor y ver si hay alguien a quien ayudar a sentirse menos solo en la vida, con una visita, una llamada, una invitación a verle un día en el lugar de vacaciones: aquello que el corazón y las circunstancias sugieran. [Traducción del italiano: Zenit.org]

Friday, July 21, 2006

El diario Vaticano pide acabar con la profanación en Tierra Santa

Después del ataque contra Nazaret CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 20 julio 2006 (ZENIT.org).- El diario de la Santa Sede ha pedido a la diplomacia internacional que se movilice para acabar con la profanación de Tierra Santa, después de que este miércoles fuera atacada la ciudad de Nazaret. «Las bombas profanan la vida, matan sin distinción a militares y civiles. Profanan a la Tierra Santa, destruyendo los lugares en los que el Verbo se hizo Hombre», afirma «L’Osservatore Romano» en su edición de este viernes. «Detener esta profanación es tarea de la diplomacia internacional y de los organismos establecidos para gobernar las crisis », subraya. «Detener esta profanación --insiste-- es un deber de quien reconoce el valor absoluto de la persona humana y su derecho a vivir y rezar en los lugares de la Revelación». El periódico informa que en el octavo día de bombardeos de Galilea por parte de los milicianos de Hizbulá fue golpeada también la ciudad de Nazaret: dos hermanos de 3 y 9 años fallecieron en los ataques.

Un misil estalló provocando daños en la céntrica calle Pablo VI, a poca distancia de la basílica de la Anunciación. Israel respondió en la noche entre el miércoles y el jueves con un masivo ataque contra un bunker en Beirut, utilizado según fuentes militares israelíes por los dirigentes de Hizbulá.

El Papa convoca una jornada de oración y penitencia por la paz

El próximo domingo, 23 de julio CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 20 julio 2006 (ZENIT.org).- Ante el recrudecimiento de la violencia, Benedicto XVI ha convocado una Jornada de oración y penitencia por la paz en Oriente Medio para el próximo domingo, 23 de julio. Un comunicado emitido este jueves por la Sala de Prensa de la Santa Sede, atribuye esta decisión a la «gran preocupación» con la que el Papa sigue «el destino de todas las poblaciones afectadas». Con esta iniciativa, explica el comunicado vaticano, el pontífice quiere invitar «a los pastores y a los fieles de todas las iglesias particulares, así como a todos los creyentes del mundo, a implorar de Dios el don precioso de la paz». En particular, el obispo de Roma invita a rezar al Señor «para que cese inmediatamente el fuego entre las partes, se instauren inmediatamente pasillos humanitarios para poder llevar ayuda a las poblaciones que sufren y se inicien después negociaciones razonables y responsables, para poner fin a situaciones objetivas de injusticia existentes en esa región».

Según el Papa, «los libaneses tienen derecho a que se respete la integridad y la soberanía de su país, los israelíes tienen derecho a vivir en paz en su Estado y los palestinos tienen derecho a una patria libre y soberana». El comunicado concluye con un llamamiento de Benedicto XVI «a las organizaciones caritativas para que ayuden a todas las poblaciones afectadas por este despiadado conflicto».

Friday, July 14, 2006

El lugar de encuentro entre Dios y el hombre

A diario vemos un mundo surcado por guerras y muertes. En este contexto, me ha llamado la atención una frase de Benedicto XVI: “El cuerpo crucificado de Jesucristo, que extiende las manos al mundo entero, es el lugar donde se encuentran Dios y el hombre”. Las tragedias provocan con frecuencia perplejidad a nuestra inteligencia y rechazo a nuestros sentimientos. Pero el hermanamiento histórico de Dios con los más desventurados hace que la fe cristiana ofrezca una respuesta sólida y llena de sentido al problema del dolor, haciendo que este mundo mutilado sea sanado y elevado por la lógica mesiánica de la cruz y la resurrección.

José Ignacio Moreno Iturralde

Wednesday, July 12, 2006

Mirar de una manera nueva

En algunas ocasiones la convivencia se puede hacer más difícil con algún familiar. Nos damos cuenta de que esa persona tiene un carácter muy distinto al nuestro y, a veces, nos puede parecer absurdo y cargante tener que “aguantarle”. Pero no es menos cierto que, con la misma frecuencia, nuestras pasiones nos engañan y deforman la realidad. Nos falta capacidad de apertura para admitir temperamentos distintos al nuestro. No estoy hablando, por supuesto, de soportar actos delictivos como pueden ser violencias y malos engaños; que requerirán de las medidas precisas. Me refiero a nuestra capacidad de convivir con seres a los que probablemente queremos pero con los que se nos hace difícil el trato. El cristiano tiene una gran ayuda para esto: Mirar a los demás en Jesucristo. De este modo, con la ayuda de Dios, seremos más capaces de valorar los muchos aspectos positivos que esa persona tiene; al saberla querida por Dios. Tendremos más capacidad de comprensión y de apertura a los demás; también de reconocer nuestros propios errores. Nos haremos más a la medida del Corazón de Cristo y maduraremos más como personas al adaptarnos más a la variada medida de los demás. No significa esto perder personalidad si no todo lo contrario: aprender a ver la verdad que toda persona lleva dentro como hijo de Dios. No pienso que sea fácil pero sí que merece la pena esforzarse para hacer más feliz a Dios, a los demás y a nosotros mismos.


José Ignacio Moreno Iturralde

Monday, July 10, 2006

Homilía del Papa en la Misa de clausura del V Encuentro Mundial de las Familias

VALENCIA, domingo, 9 julio 2006 (ZENIT.org).- Publicamos la homilía que pronunció Benedicto XVI durante la misa de clausura del V Encuentro Mundial de las Familias que celebró en la Ciudad de las Artes y de las Ciencias de Valencia.
* * *
Queridos hermanos y hermanas: En esta Santa Misa que tengo la inmensa alegría de presidir, concelebrando con numerosos Hermanos en el episcopado y con un gran número de sacerdotes, doy gracias al Señor por todas las amadas familias que os habéis congregado aquí formando una multitud jubilosa, y también por tantas otras que, desde lejanas tierras, seguís esta celebración a través de la radio y la televisión. A todos deseo saludaros y expresaros mi gran afecto con un abrazo de paz.
Los testimonios de Ester y Pablo, que hemos escuchado antes en las lecturas, muestran cómo la familia está llamada a colaborar en la transmisión de la fe. Ester confiesa: "Mi padre me ha contado que tú, Señor, escogiste a Israel entre las naciones" (14,5). Pablo sigue la tradición de sus antepasados judíos dando culto a Dios con conciencia pura. Alaba la fe sincera de Timoteo y le recuerda "esa fe que tuvieron tu abuela Loide y tu madre Eunice, y que estoy seguro que tienes también tú" (2 Tm 1,5). En estos testimonios bíblicos la familia comprende no sólo a padres e hijos, sino también a los abuelos y antepasados. La familia se nos muestra así como una comunidad de generaciones y garante de un patrimonio de tradiciones.
Ningún hombre se ha dado el ser a sí mismo ni ha adquirido por sí solo los conocimientos elementales para la vida. Todos hemos recibido de otros la vida y las verdades básicas para la misma, y estamos llamados a alcanzar la perfección en relación y comunión amorosa con los demás. La familia, fundada en el matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer, expresa esta dimensión relacional, filial y comunitaria, y es el ámbito donde el hombre puede nacer con dignidad, crecer y desarrollarse de un modo integral.
Cuando un niño nace, a través de la relación con sus padres empieza a formar parte de una tradición familiar, que tiene raíces aún más antiguas. Con el don de la vida recibe todo un patrimonio de experiencia. A este respecto, los padres tienen el derecho y el deber inalienable de transmitirlo a los hijos: educarlos en el descubrimiento de su identidad, iniciarlos en la vida social, en el ejercicio responsable de su libertad moral y de su capacidad de amar a través de la experiencia de ser amados y, sobre todo, en el encuentro con Dios. Los hijos crecen y maduran humanamente en la medida en que acogen con confianza ese patrimonio y esa educación que van asumiendo progresivamente. De este modo son capaces de elaborar una síntesis personal entre lo recibido y lo nuevo, y que cada uno y cada generación está llamado a realizar.
En el origen de todo hombre y, por tanto, en toda paternidad y maternidad humana está presente Dios Creador. Por eso los esposos deben acoger al niño que les nace como hijo no sólo suyo, sino también de Dios, que lo ama por sí mismo y lo llama a la filiación divina. Más aún: toda generación, toda paternidad y maternidad, toda familia tiene su principio en Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
A Ester su padre le había trasmitido, con la memoria de sus antepasados y de su pueblo, la de un Dios del que todos proceden y al que todos están llamados a responder. La memoria de Dios Padre que ha elegido a su pueblo y que actúa en la historia para nuestra salvación. La memoria de este Padre ilumina la identidad más profunda de los hombres: de dónde venimos, quiénes somos y cuán grande es nuestra dignidad. Venimos ciertamente de nuestros padres y somos sus hijos, pero también venimos de Dios, que nos ha creado a su imagen y nos ha llamado a ser sus hijos. Por eso, en el origen de todo ser humano no existe el azar o la casualidad, sino un proyecto del amor de Dios. Es lo que nos ha revelado Jesucristo, verdadero Hijo de Dios y hombre perfecto. Él conocía de quién venía y de quién venimos todos: del amor de su Padre y Padre nuestro.
La fe no es, pues, una mera herencia cultural, sino una acción continua de la gracia de Dios que llama y de la libertad humana que puede o no adherirse a esa llamada. Aunque nadie responde por otro, sin embargo los padres cristianos están llamados a dar un testimonio creíble de su fe y esperanza cristiana. Han de procurar que la llamada de Dios y la Buena Nueva de Cristo lleguen a sus hijos con la mayor claridad y autenticidad.
Con el pasar de los años, este don de Dios que los padres han contribuido a poner ante los ojos de los pequeños necesitará también ser cultivado con sabiduría y dulzura, haciendo crecer en ellos la capacidad de discernimiento. De este modo, con el testimonio constante del amor conyugal de los padres, vivido e impregnado de la fe, y con el acompañamiento entrañable de la comunidad cristiana, se favorecerá que los hijos hagan suyo el don mismo de la fe, descubran con ella el sentido profundo de la propia existencia y se sientan gozosos y agradecidos por ello.
La familia cristiana transmite la fe cuando los padres enseñan a sus hijos a rezar y rezan con ellos (cf. Familiaris consortio, 60); cuando los acercan a los sacramentos y los van introduciendo en la vida de la Iglesia; cuando todos se reúnen para leer la Biblia, iluminando la vida familiar a la luz de la fe y alabando a Dios como Padre.
En la cultura actual se exalta muy a menudo la libertad del individuo concebido como sujeto autónomo, como si se hiciera él sólo y se bastara a sí mismo, al margen de su relación con los demás y ajeno a su responsabilidad ante ellos. Se intenta organizar la vida social sólo a partir de deseos subjetivos y mudables, sin referencia alguna a una verdad objetiva previa como son la dignidad de cada ser humano y sus deberes y derechos inalienables a cuyo servicio debe ponerse todo grupo social.
La Iglesia no cesa de recordar que la verdadera libertad del ser humano proviene de haber sido creado a imagen y semejanza de Dios. Por ello, la educación cristiana es educación de la libertad y para la libertad. "Nosotros hacemos el bien no como esclavos, que no son libres de obrar de otra manera, sino que lo hacemos porque tenemos personalmente la responsabilidad con respecto al mundo; porque amamos la verdad y el bien, porque amamos a Dios mismo y, por tanto, también a sus criaturas. Ésta es la libertad verdadera, a la que el Espíritu Santo quiere llevarnos" (Homilía en la vigilia de Pentecostés, L’Osservatore Romano, edic. lengua española, 9-6-2006, p. 6).
Jesucristo es el hombre perfecto, ejemplo de libertad filial, que nos enseña a comunicar a los demás su mismo amor: "Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor" (Jn 15,9). A este respecto enseña el Concilio Vaticano II que "los esposos y padres cristianos, siguiendo su propio camino, deben apoyarse mutuamente en la gracia, con un amor fiel a lo largo de toda su vida, y educar en la enseñanza cristiana y en los valores evangélicos a sus hijos recibidos amorosamente de Dios. De esta manera ofrecen a todos el ejemplo de un amor incansable y generoso, construyen la fraternidad de amor y son testigos y colaboradores de la fecundidad de la Madre Iglesia como símbolo y participación de aquel amor con el que Cristo amó a su esposa y se entregó por ella" (Lumen gentium, 41).
La alegría amorosa con la que nuestros padres nos acogieron y acompañaron en los primeros pasos en este mundo es como un signo y prolongación sacramental del amor benevolente de Dios del que procedemos. La experiencia de ser acogidos y amados por Dios y por nuestros padres es la base firme que favorece siempre el crecimiento y desarrollo auténtico del hombre, que tanto nos ayuda a madurar en el camino hacia la verdad y el amor, y a salir de nosotros mismos para entrar en comunión con los demás y con Dios.
Para avanzar en ese camino de madurez humana, la Iglesia nos enseña a respetar y promover la maravillosa realidad del matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer, que es, además, el origen de la familia. Por eso, reconocer y ayudar a esta institución es uno de los mayores servicios que se pueden prestar hoy día al bien común y al verdadero desarrollo de los hombres y de las sociedades, así como la mejor garantía para asegurar la dignidad, la igualdad y la verdadera libertad de la persona humana.
En este sentido, quiero destacar la importancia y el papel positivo que a favor del matrimonio y de la familia realizan las distintas asociaciones familiares eclesiales. Por eso, "deseo invitar a todos los cristianos a colaborar, cordial y valientemente con todos los hombres de buena voluntad, que viven su responsabilidad al servicio de la familia" (Familiaris consortio, 86), para que uniendo sus fuerzas y con una legítima pluralidad de iniciativas contribuyan a la promoción del verdadero bien de la familia en la sociedad actual.
Volvamos por un momento a la primera lectura de esta Misa, tomada del libro de Ester. La Iglesia orante ha visto en esta humilde reina, que intercede con todo su ser por su pueblo que sufre, un prefiguración de María, que su Hijo nos ha dado a todos nosotros como Madre; una prefiguración de la Madre, que protege con su amor a la familia de Dios que peregrina en este mundo. María es la imagen ejemplar de todas las madres, de su gran misión como guardianas de la vida, de su misión de enseñar el arte de vivir, el arte de amar.
La familia cristiana –padre, madre e hijos- está llamada, pues, a cumplir los objetivos señalados no como algo impuesto desde fuera, sino como un don de la gracia del sacramento del matrimonio infundida en los esposos. Si éstos permanecen abiertos al Espíritu y piden su ayuda, él no dejará de comunicarles el amor de Dios Padre manifestado y encarnado en Cristo. La presencia del Espíritu ayudará a los esposos a no perder de vista la fuente y medida de su amor y entrega, y a colaborar con él para reflejarlo y encarnarlo en todas las dimensiones de su vida. El Espíritu suscitará asimismo en ellos el anhelo del encuentro definitivo con Cristo en la casa de su Padre y Padre nuestro. Éste es el mensaje de esperanza que desde Valencia quiero lanzar a todas las familias del mundo. Amén.
[Texto original en español © Copyright 2006 - Libreria Editrice Vaticana ]



Discurso del Papa en la Vigilia del V Encuentro Mundial de las Familias

Fecha publicación: 2006-07-08
VALENCIA, sábado, 8 julio 2006 (ZENIT.org).- Publicamos el discurso que dirigió Benedicto XVI en la noche de este sábado, durante la vigilia del V Encuentro Mundial de las Familias, que se celebró en el entorno de la Ciudad de las Artes y las Ciencias.
* * *Amados hermanos y hermanas: Siento un gran gozo al participar en este encuentro de oración, en el cual se quiere celebrar con gran alegría el don divino de la familia. Me siento muy cercano con la oración a todos los que han vivido recientemente el luto en esta ciudad, y con la esperanza en Cristo resucitado, que da aliento y luz aún en los momentos de mayor desgracia humana.
Unidos por la misma fe en Cristo, nos hemos congregado aquí, desde tantas partes del mundo, como una comunidad que agradece y da testimonio con júbilo de que el ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios para amar y que sólo se realiza plenamente a sí mismo cuando hace entrega sincera de sí a los demás. La familia es el ámbito privilegiado donde cada persona aprende a dar y recibir amor. Por eso la Iglesia manifiesta constantemente su solicitud pastoral por este espacio fundamental para la persona humana. Así lo enseña en su Magisterio: "Dios, que es amor y creó al hombre por amor, lo ha llamado a amar. Creando al hombre y a la mujer, los ha llamado en el Matrimonio a una íntima comunión de vida y amor entre ellos, «de manera que ya no son dos, sino una sola carne» (Mt 19, 6)" (Catecismo de la Iglesia Católica. Compendio, 337).
Ésta es la verdad que la Iglesia proclama sin cesar al mundo. Mi querido predecesor Juan Pablo II, decía que "El hombre se ha convertido en ‘imagen y semejanza’ de Dios, no sólo a través de la propia humanidad, sino también a través de la comunión de las personas que el varón y la mujer forman desde el principio. Se convierten en imagen de Dios, no tanto en el momento de la soledad, cuanto en el momento de la comunión" (Catequesis, 14-XI-1979). Por eso he confirmado la convocatoria de este V Encuentro Mundial de las Familias en España, y concretamente en Valencia, rica en sus tradiciones y orgullosa de la fe cristiana que se vive y cultiva en tantas familias.
La familia es una institución intermedia entre el individuo y la sociedad, y nada la puede suplir totalmente. Ella misma se apoya sobre todo en una profunda relación interpersonal entre el esposo y la esposa, sostenida por el afecto y comprensión mutua. Para ello recibe la abundante ayuda de Dios en el sacramento del matrimonio, que comporta verdadera vocación a la santidad. Ojalá que los hijos contemplen más los momentos de armonía y afecto de los padres, que no los de discordia o distanciamiento, pues el amor entre el padre y la madre ofrece a los hijos una gran seguridad y les enseña la belleza del amor fiel y duradero.
La familia es un bien necesario para los pueblos, un fundamento indispensable para la sociedad y un gran tesoro de los esposos durante toda su vida. Es un bien insustituible para los hijos, que han de ser fruto del amor, de la donación total y generosa de los padres. Proclamar la verdad integral de la familia, fundada en el matrimonio como Iglesia doméstica y santuario de la vida, es una gran responsabilidad de todos.
El padre y la madre se han dicho un "sí" total ante de Dios, lo cual constituye la base del sacramento que les une; asimismo, para que la relación interna de la familia sea completa, es necesario que digan también un "sí" de aceptación a sus hijos, a los que han engendrado o adoptado y que tienen su propia personalidad y carácter. Así, éstos irán creciendo en un clima de aceptación y amor, y es de desear que al alcanzar una madurez suficiente quieran dar a su vez un "sí" a quienes les han dado la vida.
Los desafíos de la sociedad actual, marcada por la dispersión que se genera sobre todo en el ámbito urbano, hacen necesario garantizar que las familias no estén solas. Un pequeño núcleo familiar puede encontrar obstáculos difíciles de superar si se encuentra aislado del resto de sus parientes y amistades. Por ello, la comunidad eclesial tiene la responsabilidad de ofrecer acompañamiento, estímulo y alimento espiritual que fortalezca la cohesión familiar, sobre todo en las pruebas o momentos críticos. En este sentido, es muy importante la labor de las parroquias, así como de las diversas asociaciones eclesiales, llamadas a colaborar como redes de apoyo y mano cercana de la Iglesia para el crecimiento de la familia en la fe.
Cristo ha revelado cuál es siempre la fuente suprema de la vida para todos y, por tanto, también para la familia: "Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que quien da la vida por sus amigos" (Jn 15,12-13). El amor de Dios mismo se ha derramado sobre nosotros en el bautismo. De ahí que las familias están llamadas a vivir esa calidad de amor, pues el Señor es quien se hace garante de que eso sea posible para nosotros a través del amor humano, sensible, afectuoso y misericordioso como el de Cristo.
Junto con la transmisión de la fe y del amor del Señor, una de las tareas más grandes de la familia es la de formar personas libres y responsables. Por ello los padres han de ir devolviendo a sus hijos la libertad, de la cual durante algún tiempo son tutores. Si éstos ven que sus padres -y en general los adultos que les rodean- viven la vida con alegría y entusiasmo, incluso a pesar de las dificultades, crecerá en ellos más fácilmente ese gozo profundo de vivir que les ayudará a superar con acierto los posibles obstáculos y contrariedades que conlleva la vida humana. Además, cuando la familia no se cierra en sí misma, los hijos van aprendiendo que toda persona es digna de ser amada, y que hay una fraternidad fundamental universal entre todos los seres humanos.
Este V Encuentro Mundial nos invita a reflexionar sobre un tema de particular importancia y que comporta una gran responsabilidad para nosotros: "La transmisión de la fe en la familia". Lo expresa muy bien el Catecismo de la Iglesia Católica: "Como una madre que enseña a sus hijos a hablar y con ello a comprender y comunicar, la Iglesia, nuestra Madre, nos enseña el lenguaje de la fe para introducirnos en la inteligencia y la vida de fe" (n. 171).
Como se simboliza en la liturgia del bautismo, con la entrega del cirio encendido, los padres son asociados al misterio de la nueva vida como hijos de Dios, que se recibe con las aguas bautismales.
Transmitir la fe a los hijos, con la ayuda de otras personas e instituciones como la parroquia, la escuela o las asociaciones católicas, es una responsabilidad que los padres no pueden olvidar, descuidar o delegar totalmente. "La familia cristiana es llamada Iglesia doméstica, porque manifiesta y realiza la naturaleza comunitaria y familiar de la Iglesia en cuanto familia de Dios. Cada miembro, según su propio papel, ejerce el sacerdocio bautismal, contribuyendo a hacer de la familia una comunidad de gracia y de oración, escuela de virtudes humanas y cristianas y lugar del primer anuncio de la fe a los hijos" (Catecismo de la Iglesia Católica. Compendio, 350). Y además: "Los padres, partícipes de la paternidad divina, son los primeros responsables de la educación de sus hijos y los primeros anunciadores de la fe. Tienen el deber de amar y de respetar a sus hijos como personas y como hijos de Dios... En especial, tienen la misión de educarlos en la fe cristiana" (ibíd., 460).
El lenguaje de la fe se aprende en los hogares donde esta fe crece y se fortalece a través de la oración y de la práctica cristiana. En la lectura del Deuteronomio hemos escuchado la oración repetida constantemente por el pueblo elegido, la Shema Israel, y que Jesús escucharía y repetiría en su hogar de Nazaret. Él mismo la recordaría durante su vida pública, como nos refiere el evangelio de Marcos (Mc 12,29). Ésta es la fe de la Iglesia que viene del amor de Dios, por medio de vuestras familias. Vivir la integridad de esta fe, en su maravillosa novedad, es un gran regalo. Pero en los momentos en que parece que se oculta el rostro de Dios, creer es difícil y cuesta un gran esfuerzo.
Este encuentro da nuevo aliento para seguir anunciando el Evangelio de la familia, reafirmar su vigencia e identidad basada en el matrimonio abierto al don generoso de la vida, y donde se acompaña a los hijos en su crecimiento corporal y espiritual. De este modo se contrarresta un hedonismo muy difundido, que banaliza las relaciones humanas y las vacía de su genuino valor y belleza. Promover los valores del matrimonio no impide gustar plenamente la felicidad que el hombre y la mujer encuentran en su amor mutuo. La fe y la ética cristiana, pues, no pretenden ahogar el amor, sino hacerlo más sano, fuerte y realmente libre. Para ello, el amor humano necesita ser purificado y madurar para ser plenamente humano y principio de una alegría verdadera y duradera (cf. Discurso en san Juan de Letrán, 5 junio 2006).
Invito, pues, a los gobernantes y legisladores a reflexionar sobre el bien evidente que los hogares en paz y en armonía aseguran al hombre, a la familia, centro neurálgico de la sociedad, como recuerda la Santa Sede en la Carta de los Derechos de la Familia. El objeto de las leyes es el bien integral del hombre, la respuesta a sus necesidades y aspiraciones. Esto es una ayuda notable a la sociedad, de la cual no se puede privar y para los pueblos es una salvaguarda y una purificación. Además, la familia es una escuela de humanización del hombre, para que crezca hasta hacerse verdaderamente hombre. En este sentido, la experiencia de ser amados por los padres lleva a los hijos a tener conciencia de su dignidad de hijos.
La criatura concebida ha de ser educada en la fe, amada y protegida. Los hijos, con el fundamental derecho a nacer y ser educados en la fe, tienen derecho a un hogar que tenga como modelo el de Nazaret y sean preservados de toda clase de insidias y amenazas.
Deseo referirme ahora a los abuelos, tan importantes en las familias. Yo soy el abuelo del mundo, hemos escuchado ahora. Ellos pueden ser -y son tantas veces- los garantes del afecto y la ternura que todo ser humano necesita dar y recibir. Ellos dan a los pequeños la perspectiva del tiempo, son memoria y riqueza de las familias. Ojalá que, bajo ningún concepto, sean excluidos del círculo familiar. Son un tesoro que no podemos arrebatarles a las nuevas generaciones, sobre todo cuando dan testimonio de fe ante la cercanía de la muerte.
Quiero ahora recitar una parte de la oración que habéis rezado pidiendo por el buen fruto de este Encuentro Mundial de las Familias: Oh, Dios, que en la Sagrada Familia nos dejaste un modelo perfecto de vida familiar vivida en la fe y la obediencia a tu voluntad. Ayúdanos a ser ejemplo de fe y amor a tus mandamientos. Socórrenos en nuestra misión de transmitir la fe a nuestros hijos. Abre su corazón para que crezca en ellos la semilla de la fe que recibieron en el bautismo. Fortalece la fe de nuestros jóvenes, para que crezcan en el conocimiento de Jesús. Aumenta el amor y la fidelidad en todos los matrimonios, especialmente aquellos que pasan por momentos de sufrimiento o dificultad. (. . .) Unidos a José y María, Te lo pedimos por Jesucristo tu Hijo, nuestro Señor. Amén.

Friday, July 07, 2006

El cardenal Herranz pide a los legisladores reconocer el matrimonio como unión entre hombre y mujer

En el Congreso Teológico-Pastoral del Encuentro Mundial de las Familias en Valencia VALENCIA, jueves, 6 julio 2006 (ZENIT.org).- El cardenal Julián Herranz, presidente del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, pidió a los legisladores que reconozcan que el matrimonio es «la unión de un hombre y una mujer abiertos a la procreación». Durante una intervención este miércoles en el Congreso Teológico-Pastoral sobre la Familia que se celebra en Feria Valencia dentro del V Encuentro Mundial de las Familias (EMF), el purpurado ha señalado que el concepto del matrimonio como unión entre heterosexuales ha sido reconocido y defendido desde «la tradición bimilenaria de la cultura greco-romana» y que, por tanto, «no es un postulado de la Iglesia», ya que «es una realidad antropológica». Además, en declaraciones recogidas por la agencia AVAN, el cardenal español señaló que la genética ha demostrado que «desde el momento de la concepción la célula fecundada es un ser humano en desarrollo». Según el cardenal Herranz, «ni los hombres de derecho ni ninguna otra persona podemos obviar esto a la hora de sacar conclusiones jurídicas, a pesar de que sea difícil por los brutales intereses económicos y políticos existentes».

Sunday, July 02, 2006

El auge católico en Estados Unidos

http://www.zenit.org/spanish/ 1.VII.06

Vida de Nuestro Señor Jesucristo

Vida de Nuestro Señor Jesucristo. (Tres tomos)

Louis Claude Fillion. Ediciones Rialp
Considerada una de las mejores biografías de Jesucristo, y un clásico en su género. Ofrece una visión apasionada, atrayente y serena de la figura del Señor, descrita con rigor científico y expuesta desde la fe de un gran exégeta como fue Fillion. Desde su aparición en 1922, sigue despertando interés; ha alcanzado numerosas ediciones y se ha traducido a diversos idiomas.
Cód.: 117025 ISBN: 84321-3296.9
16,5X25,0 cms. 384 págs. Tapa dura

Camino

Camino. (Agenda rústica) (80 ª Ed. )
Josemaría Escrivá de Balaguer . Ediciones Rialp
Mons Escrivá ha escrito algo más que una obra maestra; escribió sacando inspiración de su propio corazón, y al corazón llegan también los breves párrafos que forman Camino (L´Osservatore Romano).
Cód.: 130001 ISBN: 84321-3198.9
08,5X12,0 cms. 400 págs. Rústica
€ 8.00 con IVA 7.69 sin IVA

50 preguntas sobre Jesús

50 Preguntas sobre Jesús
Juan Chapa (Ed.) Ediciones Rialp.
A lo largo de la historia, creyentes y no creyentes no han dejado de buscar información sobre Jesús de Nazaret, sobre su existencia y personalidad. Ciertos descubrimientos arqueológicos también han despertado la curiosidad del gran público. Si a eso unimos las interpretaciones sensacionalistas sobre Jesús, los apóstoles o María Magdalena, la necesidad de dar respuesta a esas cuestiones se hace cada vez más urgente. Ésa es la intención de este libro.
Cód.: 120197 ISBN: 84321-3595.X
12,0X19,0 cms. 176 págs. Rústica
€ 9.00 con IVA 8.65 sin IVA

Nuevo Testamento

Nuevo Testamento (12 ª Ed. ) . Ediciones Rialp
Varios autores
Esta edición pone a disposición de los lectores de España y América una traducción actual y comentada de los textos sagrados.
Cód.: 103401 ISBN: 84321-3208.X
11,0X16,0 cms. 768 págs. Flexibook
€ 8.50 con IVA 8.17 sin IVA

Indulgencia plenaria para el Encuentro Mundial de las Familias